Vida de Don Duarte de Meneses 15
En Lisboa derramô por la Chriſtiandad relaciones del caſo, hechas
con aquella verdad con que hizieron las demàs coſas; peró no baſtarõ
eſta, i las demàs diligencias para q̃ generalmente no fueſſe manifieſta
la juſtificacion del Infante: porque la ſingularidad, i excelencia de
ſus virtudes, le diò en la fama la ſatisfacion, que el Rey ſu ſobrino,
yerno, i pupilo por tantos caminos le devia; midiendo eſta paga, por
las q̃ ſuelẽ dar los Principes quando màs obligados.
(36) La muerte del Infante executada con tanto rigor, i violencia,
eſpantó, no ſolo como trueno; però paſſando adelante, hiriò tambien
como rayo, a los que ſe hallaron cerca del peligro; però con eſto no
ſe puede negar, que vino a perderſe tanto por ſus virtudes, quanto
por los vicios agenos, i para maior gloria ſuya; pues entonces ſe
calificaron ſus merecimientos, quando no havia ya que temer dellos.
Con todo ſucediò en eſte caſo, lo que en pocos ſuele acaecer: i es,
que reſultò una paz univerſal de una maldad tan conocida; ſiendo las
màs vezes eſtos, los motivos de muchas diſcordias, quedando ſiempre de
tan grandes incendios, alguna centella, que baſta a reſuſcitar llamas,
que abrazan regiones, i monarchias enteras. Muriò con el Infante la
vengança tambien de ſu muerte: aunque Ruy de Pina, Ieronymo de
Çurita, Philipo de Cuminis, cõ otros muchos hiſtoriadores Portuguezes
notaron advertidamente; que de los graves odios que en eſta ocaſion ſe
ſembraron, vinieron deſpues los deſcendientes deſtos Principes acoger
en ſi el fructo amargo dellos, con tan encontrados ſucceſſos, que el
Rey Don Iuan el Segundo, hijo del Rey Don Alfonſo, i nieto por ſu
madre Doña Iſabel, del Infante Don Pedro; por ſola eſta cauſa, aunque
con otro pretexto llegô a matar por juſticia a D. Fernando, tercer
Duque de Bragança, que era nieto tambien del Duque Don Alfonſo, Autor
deſtas diſcordias del Infante: aſsi que en la innocẽcia del nieto, ſe
caſtigò la culpa del aguelo; ſiendo entonces eſtrañada communmente en
las cauſas que ſe buſcaron para manchar tambien la fama, i lealtad del
Duque D. Fernando, q̃ pareciò coſa prevenida, por igualar ſu muerte a
la del Infante D. Pedro, pues quando murian ambos innocẽtes, murieſſen
tambien ambos infamados.
(37) Eſta deſgracia, como ſi fuera original, ſe eſtendiò a toda ſu
familia de manera, que de ſu muger, i hijos no quedó alguno, que no
perdieſſe con la patria el ſociego, i la hazienda. Deſterraronſe para
diverſas partes; mas los tiempos ſiguientes diô buelta la fortuna;
favoreciẽdolos con tanta felicidad, q̃ en breves años de tres hijos que
le quedaron; fue el mayor D. Pedro, Rey jurado de Cataluña; el ſegundo
Don Iaime, Cardenal, i Arçobiſpo de Lisboa; Don Iuan q̃ ſiendo caſado
con Carlota ſucceſſora de Iuã, Rey de Chipre; muriò intitulado Rey de
aquella Isla. De las hijas que fueron otras tres, fue la mayor la Reyna
Doña Iſabel, de Portugal; la ſegunda Duqueza de Cleves, i ſe llamò Doña
Beatris; la ultima Doña Phelipa, que vivió recogida ſin eſtado, en el
Monaſterio de Odivelas, de San Bernardo, i alli jaze ſepultada. Entre
tales ſucceſſos el cielo màs ayrado que benigno con eſtos Principes,
por ſecretos Iuizios ſuyos, nunca entendidos de los mortales, hallaron
mayor deſdicha en las proſperidades, que en los infortunios; porque
ni tuvieron vida para gozarlas, ni muertes que no fueſſen violentas:
moſtrando que no ſolo fueron herederos de las virtudes del padre, però
tambien del modo, i deſgracia de ſu muerte.
(38) Mas bolviendo a Don Duarte en llegando a Pombal, hechò ſus eſpias
para ſaber el eſtado de la tierra; i conociendo, que el animo del
Infante no era otro, que bolver por ſu credito en preſencia de ſu Rey,
i que a eſſo ſe partia a Santaren: procurò eſtar a la mira ſoſſegando
los animos de aquellos pueblos; los quales ſe alteravan ſegun los
movimientos del Infante, governandoſe por ſus acciones; però como
nunca deſdixo del camino de la fidelidad, más trabajo tuvo Don Duarte
en quitar el temor del Rey, i de ſus familiares, que el deſaſſociego
de los contrarios: porque ſiempre el miedo en eſtas coſas es peor,
que el effecto. Sabida la muerte del Infante en Coimbra, ſe entregô
aquella fortaleza, i a ſu exemplo las demàs de ſu eſtado, ſin haver
quien oſaſſe, no ſolo a contradezirlo, perô ni aun a mentar un nombre
tan odioſo, cuya acuſacion ſe acriminava en las plaças igualmente, que
en los palacios; los ſoſpechoſos, con maior cautela, i vigilancia:
porque el Rey andava notando en los ſemblantes la juſtificacion deſte
caſo; como ſi la conſciencia ſe quietara con las demonſtraciones: mas
baſtaron eſtas para olvidar en breve tiẽpo, lo q̃ ſe preparò en muchos
años.
(39) Deſpues de algunos ſe moſtrô el Rey mejor informado de la
innocencia del Infante; i reſtituyendo a ſu cuerpo (que andava vagando
con la propria fortuna, que vivo) ſepultura Real en el Convento de la
Batalla; paſſó editos, en que le declarò por fiel; con que deſautorisò
no menos ſu credito, q̃ ſi le matara de nuevo: entendiendoſe, que el
error de un Rey, nunca tiene enmiẽda; pues en las llagas, que una vez
haze, laſtima tanto la cura, como los golpes. Eſta reſtitucion fue
hecha à inſtancia de los Duques de Borgoña, Phelipe, i Iſabel, hermana,
i cuñado del Infante; intercediendo juntamente la autoridad de Calixto
tercero, que entonces regia la ſilla de S. Pedro: i el Rey humillandoſe
a ſus ruegos, quiſo obligarle con eſta obediẽcia, a que le concedieſſe
la Cruzada, para paſſar en perſona a Berberia; la qual tuvo el effecto,
que veremos adelante.
(40) En la entrada del año de mil quatrocientos i cinquenta, ſe bolviò
Don Duarte a la Corte, i deſde entonces haſta el de cinquenta i ocho
no hallo ſuceſſo, en que entraſſe: porque la paz, q̃ gozava eſte Reyno
era más llena de peſte, i otros caſtigos publicos, que denunciavan la
ira de Dios, q̃ de glorias militares; pues haſta la conquiſta de Africa
andava mui tibia con las diſſenciones domeſticas.
(41) Entre tanto, fue lo màs notable, q̃ paſsò en Portugal, el
caſamiento de la Infante D. Leonor hermana del Rey, que ſe effectuò a
nueve de Agoſto, de mil quatrocientos i cinquenta i uno, con Federico
electo Rey de Romanos. Celebróſe con muchas fieſtas, por̃q el Rey
tambien quiſo alegrar el pueblo, i divertirlo de las memorias del
Infante D. Pedro, en cuya aficcion durava con notable triſteza: porque
la peſte, que afligia a eſte Reyno, lo obligava a q̃ la tuvieſſe por
caſtigo de aquella perſecucion injuſta: i renovòſe aun màs con la
muerte de la Reyna D. Iſabel, que ſucedio en Deziembre de mil quatro
ciẽtos i cinquenta i cinco: haviendo precedido el Março antes, el
dichoſo nacimiento del Principe D. Iuan deſte nombre, el ſegundo,
Principe digno de imortales alabanças. De cuya vida, i acciones,
entre otros autores, que eſcrevieron de ſus hechos; deſcurri yo
tambiẽ largamente con menos adulacion, i màs certeza: pareciendome,
que la virtud de ocupacion tan honeſta, llegaſſe a deſpertar los
ingenios Portugueſes, para que fueſſen agradecidos a la buena memoria
de ſus Reyes; pues le devian amor, i tratamiẽto de padres: i con el
comovimiento de las acciones valeroſas, i prudentes, que huvo en ſus
tiempos, ſe procuraſſe en eſtos la emulaciõ dellas; de que parece ay
màs olvido, de lo que conveniera.
(44) La muerte de la Reyna, quiſieron algunos, que fueſſe ordenada por
los enemigos del Infante; i aſsi la lloraron los Portugueſes muchos
dias; porque le ſaltô una Princeſa de grandes merecimientos. Però deſte
mal nacieron otros bienes, que fue alçarſe el deſtierro a D. Pedro ſu
hermano, que andava por Caſtilla pobre, i afligido. Bolviòle el Rey el
maeſtrazgo de Avis, i otras rentas baſtantes para el ſuſtento de ſu
grandeza.
ARGVMENTO
DEL LIBRO
QVARTO
_EL Rey D. Alfonſo paßa a Berberia: rinde Alcaçar el ceguer: buelveſe
a Portugal, dexando encargado aquel preſidio a D. Duarte de Meneſes.
Virtudes, en que mâs reſplãdecio en ſu govierno: entradas, que hizo, i
eſcaramuças, que tuvo con los Moros, de que alcançò muchas victorias
ſeñaladas. Aßedio primero, de que defendio eſta plaça contra el poder
del Rey de Fez; ſuceſsos deſde el año de cinquenta i cinco haſta el de
cinquenta i nueve._
VIDA DE
DON DVARTE
DE MENESES
TERCERO CONDE
de Viana.
LIBRO QVARTO.
(1) COn la perdida de Cõſtãtinopla, que ſucedió en el año de mil
quatrocientos cinquenta i tres, Calixto tercero, que entonces preſidia
en la Igleſia, con la vigilancia, i piedad de Paſtor univerſal della;
perſuadiò cõ màs zelo, que fruto, por ſus delegados, a todos los
Principes Chriſtianos a una liga, contra Turcos, que andavan muy
ſuperiores en poder, i fortuna; concluyôſe en eſte de cinquenta i
quatro: i tomaron la Cruzada, que era la inſignia, debaxo de la qual
avian de militar en aquella empreſa. Fue el Rey Don Alfonſo de los
primeros, que la aceptaron; i armò buen numero de velas; però deſpues
de largas prevẽciones, por accidentes, i dudas, que huvo entre los
coligados, ſe deshizo la union; pudiẽdo poco el ruego, i ſolicitud del
Pontifice: mas el Rey viendoſe con las armas en la mano, las bolviò
contra Berberia; aviſandole antes D. Sancho de Noroña (que eſtava
por general en Ceuta) los rumores, que ſonavan, de que el Rey de Fez
venia ſobre aquella ciudad, con poderoſo exercito: però eſta fama parò
en amenazas ſolamente, por donde el Rey màs ambicioſo de gloria, que
neceſsitado de otro motivo, con aquel apetito, que para los Principes
moços es ley màs poderoſa, que la razon; ſe fue a Lagos con ſu hermano
el Infante D. Fernando, i D. Pedro ſu cuñado (que ya por eſte tiempo
eſtava reſtituido) el Marques de Villa Vicioſa, i otros ſeñores, i
fidalgos del Reyno; donde con aſſiſtencia del Infante D. Henrique ſu
tio juntó una grueſſa armada de duzientos i veynte vaſos, conforme
quiere Ruy de Pina, aunque Damian de Goes, acreſcienta màs ſeſenta.
(2) Determinado, pues, en dar ſobre Alcaçar el ceguer; partiò de Lagos,
i llegò a la playa de Tanjar a los veynte i ſeis dias de Octubre, de
mil quatrocientos cinquenta i ocho: alli eſtuvo un dia aguardando, que
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