2016년 8월 21일 일요일

Vida de Don Duarte de Meneses 17

Vida de Don Duarte de Meneses 17



(12) Tenia gran cuenta en reſcatar los cautivos Chriſtianos, i para
eſto vendia con gran liberalidad, haſta lo mas neceſſario de ſu
caſa. Al igual deſta piedad, uſava otra, no menos digna de perpetuas
alabanças; porque ya más ſe canſava en admitir, i favorecer Moros,
que ſe reduzian a nueſtra ſagrada Religion; dandoles con el Baptiſmo
(que era la libertad del alma) tambien la del cuerpo, i bienes, con
que pudieſſen vivir modeſtamente; con que acariciò muchos por eſte
modo; que deſpues de Chriſtianos fueron mui dañoſos al enemigo, por la
conſtancia, i fidelidad, con que ſirvieron a D. Duarte en las entradas,
̃q continuamente hazia por ſus caſas, i poblaciones.
 
(13) Su liberalidad no exceptava perſonas, ni eſtados; porque en
todos, con larga mano deſpendio ſiempre quanto pudo. En eſta virtud
le encarece tanto Gomez Eanes, q̃ cuenta prodigalidades ſuyas, quaſi
ſucedidas de ordinario. A Xeque Laros, Moro riquiſsimo, i el màs
poderoſo de aquella ſierra (de que havemos de hazer mencion deſpues)
alargò libremente el reſcate de un hijo ſuyo, a quien queria mucho,
ſiendo gran cantidad de ducados, i otras muchas joyas de precio
inextimable: i nota, que en menos de tres años diò màs de treciẽtos
cavallos. De veſtidos, joyas, dineros, i otras coſas, es increyble
lo que repartia por todos; pareciendo impoſible, que en hazienda tan
limitada, como la ſuya, cupieſſe tanta largueza; porque es cierto, que
ya màs ſalio de ſu preſencia ſoldado, ó perſona alguna afligida, ſin
ſocorro, i conſuelo de ſu neceſsidad, ó diſguſto.
 
(14) Deſte animo tan generoſo en las dadivas, procedia el que moſtrava
en las paſsiones, no ſiendo menos liberal en perdonar offenſas,
quando no tocavan a la honra, de q̃ fue ſiẽpre mui eſcrupuloſo, auñq
no tanto, q̃ llegaſſe a deſcõfiado; mas era ſingular el brio q̃ hazia,
de no ſolo tomar vengãça de enemigos, però en ſu lugar les hazia todo
el bien, q̃ podia; entendiendo, q̃ ſolo los hombres cobardes eran
vengativos, pues de medroſos deſſean matar a ſus contrarios, por
librarſe aun de la ſombra de temer.
 
(15) Sobre todo amava grandemente a la verdad; i eran ſus palabras tan
infalibles, que llegô a ſer la ultima confiança de los Moros, ſiendo
ellos el miſmo engaño. Mas tiene la virtud el poder de hazerſe eſtimar
de los que màs la aborrecen. Por eſto no ſufria, q̃ ſe trataſse,
ni por eſtratagema, cõ nadie doblemẽte; dezia, q̃ la mentira nunca
fue provechoſa, i la verdad era màs neceſsaria con los enemigos,
que con los amigos. Fiados en ſu palabra ſolamente, i ſin otros
rehenes deſempararõ los Moros a Tarifa en la toma de aquella ciudad,
confeſſando, que no querian otra ſeguridad, que la promeſſa de D.
Duarte.
 
(16) Concluyo con notar tres coſas, que por excelencia luzieron en
eſte cavallero. Fue mui zeloſo del bien publico, i del ſervicio de
ſu Rey; cuidadoſo del provecho de los particulares; i olvidado de ſu
conveniencia; porque nunca tuvo oficio, en que no ſalieſſe màs pobre,
de lo que auia entrado; ni pidiò coſa, q̃ no fueſſe en orden a ſus
ſoldados; tan dexado de los aumentos proprios, q̃ ſolo tuvo de rico,
el no haver ſido codicioſo; riqueza por cierto de gran eſtima, i
valor; aunque eſta parte, como era en tiempos de un buen Rey, ſerviale
de memorial para ſus ſervicios; porque holgava màs de dar premios, a
quiẽ los merecia, que a quien los pedia: condenando con eſto a los
Principes, que tienen por buena razon de eſtado, no hazer mercedes,
a los que no tratan de ſuplicarlas; como ſi la peticion, i el ruego,
fuera merecimiento: i aſsi màs quieren, que ſu corte eſtè llena de
importunos, que ſu reyno de benemeritos; bien diferente de lo que deve
hazer un Principe prudente.
 
(17) Partido el Rey, como avemos dicho, a Ceuta, lo primero, q̃ hizo D.
Duarte en Alcaçar, fue pedir a Dios ayuda, i aciertos en ſu govierno
eſtilo, que guardava ſiempre en el principio de ſus acciones; i por
eſſo las acabava con tãta gloria. Deſpues bolviò los ojos a las coſas
de ſu oficio. I conociendo quanto importava a los capitanes, que les
ſalieſſen favorables los principios de ſus empreſas, porque en ellos
ſe gana, ò ſe pierde el animo, i la reputacion, procurò reconocer
la defenſa de aquella plaça. Hallòla poco fuerte en el ſitio por
naturaleza, porque era en tierra llana, arenales todos, i pantanos;
donde el arte ſolamente podia obrar, aunque con dificultad, algun
reparo. El caſtillo baſtantemente fuerte; porque quedava en lo ſuperior
de la ciudad: la muralla algo deshecha. Y aſsi acudiẽdo a reparar la
parte, que los nueſtros deſmantelaron, hizo al rededor una profunda
cava, a manera de dique, que facilmente ſe llenava de agua; i luego
repartiẽdo por las puertas, i muro guardas, i centinelas, nombrò en los
pueſtos de maior peligro, a los fidalgos de màs ſatisfacion; haziendo
todo con tanta pontualidad, como ſi ſe viera cercado ya del enemigo.
Al quarto dia ſalio el miſmo en perſona a reconocer la tierra del
contrario; lo uno, por tomar lengua de ſus intentos; i tambien, por
que era neceſsario limpiarla de lugares diſpueſtos para emboſcadas; i
aſsi hizo tala general de arboles, viñas, i heredades, de q̃ havia gran
copia por aquella parte de tierra firme, al rededor de Alcaçar.
 
(18) Los Moros, con el dolor deſta perdida, andavan por aquella ſierra
incitandoſe unos a otros, con lagrimas, i alaridos; màs como gente
vagabunda, que como hombres belicoſos: porque juntandoſe en tropas,
ſin eligir cabeça, que los governaſſe, moſtravan unas vezes, que
querian acometer la ciudad, i luego deſviandoſe, con el miedo (a manera
de goſques, q̃ ladran de lexos, deſſeando morder la perſona, de que
huyen) andavan derramados, ſin tener lugar cierto, mudando jũtamente
las familias; por̃q diſcurriendo por todos en ninguno ſe aſſeguravan.
A eſta deſorden, i confuſion, ſe ſiguió un impetu, que fue cauſa de
que un Moro valiente de aquella ſierra offendido de la deſtruicion,
que Don Duarte hazia en las heredades (que aun miravan como ſuyas)
incitandole la codicia màs que la honra: le enveſtiò con trecientos
Infantes, que pudo juntar de aquella muchedumbre: i algunos cavallos
de mejor reſolucion: mas los Portugueſes, ſiendo a penas cinquenta, lo
recibieron de manera, que a los primeros golpes no oſarõ los Moros a
paſſar a delante, con el brio primero; antes huyendo deſcompueſtamente,
dexaron cautivo (como en pena de ſu ſoberbia) al Moro, que los
acaudillava: deſte ſupo D. Duarte, como ſe eſperava en Tanjar al Rei de
Fez, i como venia con penſamiento de cercar a Alcaçar.
 
(19) Reynava Muley Abdalà Moro robuſto, i de valor; ambicioſo de fama,
aunque de animo ſervil, i ſujeto a privados, principalmente a Muley
Aboacim Benantus; el qual ſiendo de ſangre de los Benemerines, con eſta
qualidad tenia otras mui proprias para validos de Principes; como eran
traça, diſsimulacion, ſufrimiento, i prudencia. Quando ſucedió la toma
de Alcaçar, andava el Rey Moro en el Reyno de Tafilete, con propoſito
de venirſe a Tremecen, por aſſegurar una rebelion, que le fatigava
con amenazas; mas callãdola entonces por acudir al ſocorro de Alcaçar
dió buelta a Fez, a toda prieſſa, i de alli ſe paſsò a Tãjar en tres
jornadas; dõde aguardò el exercito, q̃ marchava màs de eſpacio, por el
exceſsivo numero de gentes, que trahia.
 
(20) Deſte aviſo diò cuenta luego D. Duarte al Rey, repreſentandole
los pocos baſtimentos, que havia dexado en aquella fortaleza; eſto por
culpa de un miniſtro deſcuidado, a quien ſe havia encomendado aquella
proviſion; i fue eſte deſcuido tan perjudicial, que puſo en rieſgo la
defenſa deſta plaça, dando larga materia, a que en el diſcurſo del
cerco ſe murmuraſſe de los Principes, que en tales negocios, en que
les và no menos que la honra, i reputacion, los fien menos, q̃ de ſus
ojos, quando puedẽ; cuya advertencia ataja todas las faltas, porque
es cierto que el cuidado del Principe en eſto obliga a los miniſtros,
por cuya mano paſſa, a mucha confiança; que podria ſer ſe diſminuyera,
ſi el Rey no lo huviera de ver, ni entender las deſayudas, que unos
ſe ſuelen hazer a otros, por ſus reſpetos particulares, en gran daño
de ſu ſervicio; i mucho diſcredito, ya que no ſea total impedimento
de effectos mui importantes: accion harto uſada en cortes, i cauſa
de inconvenientes grandes, como ſe viô bien en el cuidado, que diô
al Rey, i a ſu Conſejo, eſtãdo en Ceuta, ſobre lo que ſe haria en
reparo de tan gran falta. El Rey, como era brioſo, i mancebo quiſo
entrarſe en Alcaçar, i eſperar el cerco. Los Infantes D. Henrique, i
Don Fernando, offrecian ſus perſonas para eſte effecto, reſervando la
de ſu Rey, como ſuprema; la qual no es bien aventurarſe, ſino en la
ultima aflicion de un Reyno; pues de ſu ſalud depende la ſeguridad del:
dañandole màs una temeridad, ò arrojamiento, como cabeça; que muchos
deſaciertos de los otros miembros: màs faciles de reparar, aunque
grandes, que el menor daño del Principe. Todavia el nueſtro ſe reduxo
al voto de ſu conſejo, que fue de parecer, que plaça adonde aſsiſtia D.
Duarte de Meneſes, ſolo de proviſion neceſsitava, però no de cabeça:
mucho menos de la del Rey, a cuya grandeza, i mageſtad, no convenia
el dexarſe ſitiar de otro. Aſſentado eſte acuerdo quiſo el Rey paſſar
los limites de gallardo, i mandò deſafiar al de Fez, por dos fidalgos,
que fueron Martin de Tavora, i Lope de Almeida (ambos mui valientes,
i determinados) para pelear de poder a poder. Embarcaron en Ceuta,
i al tomar tierra en Tanjar, los hizo el enemigo cañonear del muro,
advertido por ſus eſpias a lo que ivan. Con eſto començaron los Moros
a amotinarſe contra ſu Rey, pareciendoles dilatava mucho el ſitiar
Alcaçar, dando la culpa ſolamente al privado; ſiendo ordinaria deſdicha
dellos, aplicarles los daños, que ſuceden, aunque no tengan culpa.
Perſuadianſe, que Muley Aboacin aborrecia mucho la guerra, porque en
ella neceſsitava el Rey de los fuertes, i virtuoſos; gente a vezes poco
grata a algunos privados; moderandoſe eſte recelo en la paz, donde el
poder, i la adulacion obran màs libremente.
 
(21) Aboacin, pues, penetrandole eſte ſentimiento haſta el coraçon,
perſuadiò a ſu Rey començaſſe el cerco, enviando algunas vandas de
cavallos a cargo del Alcayde de Alcaçar el Quibir buen ſoldado, para
impedir la obra de la cava, que D. Duarte continuava con ſingular
diligencia. Llegó el Alcayde à viſta de la ciudad; i queriendo
echarſe en una emboſcada con dos mil cavallos, travó con los demàs
una eſcaramuça con los Chriſtianos, que eſtavan de guarda a la obra;
tentó deshazerla, mas todo fue en vano; porque D. Duarte ſaliendole al
encuentro hizo retirar los Moros con alguna perdida, apartandolos del
muro con la artilleria, que no ceſſava en moleſtarlos: i reconociendo
la

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