2016년 8월 21일 일요일

Vida de Don Duarte de Meneses 22

Vida de Don Duarte de Meneses 22


(3) Admiró el enemigo eſta reſolucion, aunque procurò impedirla; i Don
Duarte dandole rebato le fue entreteniendo con una eſcaramuça, mientras
Doña Iſabel entrò por una puerta de la Cortina en la ciudad, i ſe fue
derecha a la Igleſia mayor, adonde eſtuvo en vigilia toda aquella noche
a fuer de aquella coſtumbre antigua, haſta por la mañana en que oyò
Miſſa? i deſpues deſde un balvarte eſtuvo viendo el campo contrario con
aquella fortaleza, i conſtancia, que ſi fuera ſu marido.
 
(4) Gaſtó el enemigo todo el mes de Iulio en batir la ciudad con
tanta porfia, q̃ ſe notô que havia recebido màs de diez mil cañonaços
grueſſos. En los primeros de Agoſto ſuſpendiò la bateria, porque
acertò de caer ſu Paſchua entonces: feſtejaronla ſolenniſsimamente con
rigozijos militares, i mueſtras de cavalleria. Valioſe D. Duarte deſte
embaraço para ſaber como ſe guardava el Rio; porque deſeava hazer por
alli alguna ſalida provechoſa; para eſte effecto, mandò un Moro tã gran
ſu confidente, que no le encubria ſus pẽſamientos, i ardides: havia
tiempos que ſe paſſara a los Chriſtianos, i D. Duarte acariciandolo
con premios, i buenas palabras, alentò la ſolicitud con que andava
de contino meſclado entre los enemigos deſcubriendo ſus intentos. No
he podido ſaber ſu nombre, aunque preſumo que era Mahamede de quiẽ
havemos hablado antes, ſiendo ſu fama tan digna de veneracion, como de
vituperio la de algunos malos Chriſtianos, que de cobardes, i medroſos
del poder grande q̃ vieron en los cõtrarios, o tãbien llevados de ſu
malicia ſe paſſaron a los Moros. Eſtos les revelarõ la ocupaciõ de
nueſtro Moro, el qual ignorãdo aun el aviſo, ſe entrò en el cãpo como
acoſtũbrava. Aboacin vigilante ya ſobre ſu caſtigo, ſupo tanto,
que lo cogio en el hurto, i haviẽdolo trahido a la preſencia del Rey
le afeò con grandes maldiciones la traicion que hazia, a los de ſu
ley, i religion: reſpondiò el ſoldado ya de Chriſto, abominandola, i
confeſſando que bivia en la fé verdadera de los Chriſtianos. Tornoſe
Aboacin a aſſegurarſe en lo que dezia; bolviò ſegunda i muchas vezes
a hazer la miſma Confeſsion, aviſando quaſi a bozes la ceguedad de
los Moros: irritòlos con eſto mucho màs, i Aboacin fue el primero que
le dio una lançada, luego con dos ſaetas le clavaron el vientre, i
pecho, cortandole las piernas, i medio muerto le traxeron un eſpacio a
viſta de la ciudad, donde la poca vida que le quedava ſe la arrancaron
con dos balas: ni ſolo como Leones rabioſos ſe encrudelecieron ſobre
el eſtando bivo, ſino que como ſuzios buytres deſpedaçaron el cuerpo
muerto, i lo hecharon a los perros.
 
(5) Fue de grande ſentimiento para Don Duarte eſte expectaculo, i no
podiendo ſufrir a ſus ojos tantas crueldades, determinò vengarlas; mas
los barbaros orgulloſos, i alegres de haver llegado a ſu Real algunas
pieſſas de campaña de exceſsiva grandeza; en que tenian la ultima
confiança renovaron la bateria, i a los primeros tiros deſmantelaron un
pedaço de la muralla. Hizieron con eſto particular fieſta, dandoſe ya
los parabienes de la victoria. Pero Don Duarte alçando trincheras por
la parte de dentro al nivel del muro, fue reparando eſte daño con tãta
brevedad, que a penas diò cuidado: entretanto hizo aſſeſtar dos pieſſas
en frente de aquellas grueſſas del enemigo, i fue hecho con tanta
deſtreza, que al primer balaſo las deſencavalgaron; luego ordenó a los
balleſteros, que tiraſſen con flechas llenas de alquitran, i fuego que
ſe abrian, i hechavan de ſi una llama inextinguible no por medio de la
polvora, ſino de otras materias, i todos a un tiempo en tal copia, que
a manera de nubes encubrian al Sol. Fue de mucho effecto eſta, i otras
invenciones de fuego, con que D. Duarte poco a poco iva desbaratando
los enemigos, i ſin duda como la malicia entonces de los hombres era
menos, que la de nueſtros tiempos, era menos tambien la invencion,
que ſe tenia en las eſtratagemas de la guerra: peleava el valor con
menos ſubtileza, i lo màs de las victorias ſe devia al animo, aunque ni
por eſto condenô lo que deſpues hallò en utilidad deſte exercicio, pues
ſe origina de exemplos, i reglas, que los famoſos Capitanes obſervan
para abonar ſu prudencia, i engrandecer ſu acuerdo, i aſtucia. Como
ſe hecha bien de ver en Don Duarte cuyo talento para eſtas coſas fue
ſingular.
 
(6) No paſſava dia en que de los nueſtros no ſe hizieſſe alguna
faccion, cõ que el enemigo iva desfalleciendo, viendo que los cercados
ſe burlavan de ſu poder, i lo tenian en tan poco, que en el de nueſtra
Señora de las Nieves un criado del Rey, por nombre Galaaz Gallo,
mancebo brioſo en medio del dia, juntandoſe con otros veinte de ſu edad
i eſpiritu llegaron a quemar las caias de aquellas pieſſas con que
los Moros batian la ciudad; i el Almirante Rodrigo de Melo embidioſo
deſta hazaña, i conociendo la confuſion que havia cauſado al enemigo,
viendole que andava preparando otros feſtones para aſſentar las pieſſas
les puſo fuego a ſus ojos, degolandole alguna gente: i retirando la
ſuya libre, i ſin daño, diò notable demonſtracion de ſu esfuerço, i
experiencia.
 
(7) Caſi ſucceſsivamente ſaliò Martin de Tavora con Don Pedro de Noroña
ſu yerno, i Rodrigo de Soſa, Vaſco Martines de Soſa, i Iuan de Soſa ſus
ſobrinos; i dieron en el quartel que les quedava oppueſto con tanta
fuerça, que puſieron en huyda al Alcayde de Alcaçar el Quibir que lo
tenia a ſu cuenta; però bolviendo en ſi con eſta affrenta acudiò a
remediarla, i algunos de los nueſtros ſocorriendo a Martin de Tavora,
como fueron Nuño Vaz de Caſtelblanco, Gonçalo Vaz ſu hermano, Iuan
Rodrigues de Sà, i otros cavalleros: Creciò de manera la eſcaramuça,
que alberotô los reales, i obligò ſalir al Rey de Fez deſcompueſto de
ſu tienda, penſando que era desbaratado; haſta que ſabiendo lo que
paſſava eſtimulado de la honra, cargò ſobre Martin de Tavora, que como
un Leon bravo andava con ſus compañeros, cercado de muchos eſquadrones
por todas las partes con gran rieſgo de ſus vidas. A las algazaras de
los Moros advertiò Don Duarte lo que paſſava, i como Capitan prudente,
ſalió con mucha prieſſa, a recoger a aquellos cavalleros, i aunque
los viò vencedores, i el daño que havian hecho al enemigo con todo
entre las gracias meſclò templadamẽte algunas reprehenſiones, de que
huvieſſen ſalido encontrando la orden que tenian de no deſamparar ſus
pueſtos; i ponderando el rieſgo a que ſe exponian, i los inconvenientes
̃q reſultavan deſtas ſalidas, tratò de obligarlos con juramento, ya que
el valor atropellava la obediencia; hizieronlo todos excepto Alfonſo
Furtado de Mendoça, porque en ſus canas, i prudencia hallô D. Duarte
que eſtavan los brios màs ſoſſegados que en la edad, i loſania de los
mancebos.
 
(8) Era Alfonſo Furtado qualificado, i valiẽte cavallero, de cuyos
hechos, i nobleza hazen ſeñaladamente memoria las hiſtorias deſte
Reyno, porque tuvo en el, gran lugar, i reputacion; cargado ya de años,
i de ſervicios, ſe vino de Lisboa a Alcaçar el ceguer con la noticia
deſte ſitio, trayendo conſigo tres hijos muy ſemejantes al padre en el
eſfuerço. Deſeavan ſummamente emplearſe en alguna faccion peligroſa,
i con eſta ambiciõ fomentada de ſus pocos años, i menos experiencia,
violentaron al padre, a que de nuevo contravinieſſe al mandato de Don
Duarte, haziẽdo alguna ſalida al enemigo; la deſcõfiança del buen
viejo, encaminó la reſoluciõ de los moços, porque le parecia, que haſta
a ſus hijos devia moſtrar con el exemplo a no temer rieſgos, ni a huyr
peligros. Para executarlo aſſentô con los hijos hechaſſen delante fuera
de las trincheras dõde eſtava tres ſoldados de valor, en que entrava
Pedro de Mendoça, hijo ultimo de Alfonſo Furtado, para que enbeſtieſſen
los Moros como deſmandados, i entonces tendrian ocaſion de hazer lo que
deſeavan, a titulo de recogerlos.
 
(9) Eſto que al principio no pareciò màs q̃ una gallardia, tuvo tal
empeño en el ſucceſſo, que fue neceſſario el grande acuerdo de Don
Duarte, para remediarlo: porque encõtrandoſe una eſquadra de cavallos
con los tres Chriſtianos offendidos en la reſiſtencia de ſus golpes
appellidaron ſocorro, que fue la mitad del exercito, i por la nueſtra
ſaliò Alfonſo Furtado con haſta treinta hombres: Encendioſe el rebato
de ambas partes peleando los Portugueſes, mas por ganar honra, que
ſalvar las vidas, i los Moros perdiendo muchas, i atropellados de ſu
deſorden, ivã creciendo cada vez màs, con que apretavan los nueſtros
inconſideradamente con la muchedumbre. Bien deſcuidado deſto andava
Don Duarte proveyendo lo neceſſario con perpetua vigilancia, quando
viò lo que paſſava, i que Don Alfonſo de Vaſconſelos, i Rodrigo de
Melo ſe deſcolgaron del muro con valiente determinacion, i ſe fueron a
Alfonſo Furtado, que eſtava ya herido en la boca, i en un braço. Con
eſte rumor no quedô hombre en Alcaçar, que no procuraſſe ſer el primero
en llegar. Mas D. Duarte acudiẽdo a ſerrar las puertas, por la de la
Cortina ſalió con gran prieſſa, i toda la cavalleria a recoger aquellos
cavalleros, i bolviendolos a poner en ſus pueſtos, dandoles lugar para
̃q deſcanſaſſen, el miſmo dia los hizo llamar jũtos, i les hablò deſta
manera.
 
(10) _No puedo negaros (ſeñores) el juſto enojo en q̃ oy me aveis
pueſto, quando no ſolo os aſsiſto como Capitã, ſino os amo como padre.
Perô quiero valerme deſte nõbre para reprehẽder cõ blãdura lo ̃q
pudiera caſtigar cõ rigor. Es poſsible q̃ ignoreis el q̃ moſtravã los
antiguos en eſte delicto? pues llegava a ſer capital entre los mayores
Capitanes. Fabio Maximo fue entregado al pueblo Romano deſpues de ſer
cõdenado a muerte, por̃q peleô cõtra el edicto de ſu Emperador, aũ̃q
ſaliò victorioſo: i Aulo Mãlio Torquato en la guerra q̃ hizo cõtra
Francezes, llegô a matar ſu hijo, por̃q paßò ſus mandatos: quiẽ no
los tuvo ſiẽpre por inuiolables, i ſacroſãctos? i cõ mucho fundamẽto,
pues q̃ coſa cõſerva la milicia, ſino la obediẽcia? eſta verdad tiene
qualificado la experiẽcia con exẽplos. Mirenſe los muchos exercitos
q̃ ſalieron vencedores cõ ſolo ella en partido muy deſiguales.
Penſais que tantos millares de Moros ſon vencidos por nuestro braço;
o que baſtan ſeiſcentos hombres, que tenemos, a reſiſtir a duzientos
mil, que vemos en eſte cerco? es engaño. Su deſorden los vence màs
que nueſtro valor, porque fuera impoſsible a la miſma naturaleza
uzar de temeridades ſin mucho daño. Quando cercaron la ciudad, por
acudir a vueſtras honras os encarguê los puestos mâs peligroſos.
Biſoñeria fue, perdonadme el deſempararlos, i poca diſciplina pues
os aventuraſtes, a que el enemigo fiado en ſu muchedumbre procuraße
entrar por aquel paſſo hallandole abierto, i ſin guarda. Tuvierades
entonces de 

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