2016년 8월 21일 일요일

Vida de Don Duarte de Meneses 26

Vida de Don Duarte de Meneses 26


(53) Entretanto Diego de Barros, i Iuan Falcon ſe fueron al Conde de
Viana, proteſtandole con muchas razones, quiſieſse aviſar al Rey de
la reſolucion; porque el Iffante no tomando ninguno de los conſejos
acertados (coſa mui dañoſa en los peligros) mientras quiſo ſeguir el
del medio, no ſe atreuiô, ni proveyò, como era meneſter; quando llegò
a Tanjar era ya mañana, i por no deſcubrirſe, ſe emboſcò aquel dia,
embiando al Mariſcal corrieſse el enemigo, haſta que en el ſiguiẽte
effectuaſſe lo que tenia determinado. El Rey en ſabiendo lo que
paſſava, mandó adelantar a Vaſco Martines de Soſa (ſu capitan de la
guardia de cavallos) para que de ſu parte detuvieſse al Iffante, i
a ſus eſpaldas partiò de Ceuta, quaſi por la poſta, con ochociẽtos
cavallos, i muchos infantes; mas fue tãta la prieſſa, que ſe dió en
caminar, imaginando, que el Inffante aſſaltaria a Tanjar ſin el,
que vencio el camino en mui pocas horas. Los infantes de canſados,
quedaronſe en Alcaçar; i el Rey notando grande ſilencio, en el
campo, quanto más ſe acercava ſin hallar el hermano, entendiò, que
avia entrado a Tanjar, i començò a feſtejarlo con la facilidad, que
hizo todo. En eſto llegò el Mariſcal, que contô lo que paſſava, i el
Rey enojado del ſucceſſo, i mucho màs contra el hermano, ſin querer
encõtrarle, ſe bolviò a Alcaçar, con que anduvo quinze leguas en
aquella noche ſin deſcanſar. Vinoſe el Inffante tras el Rey, por
aplacarle, mas el; como Principe, que no ſabia enojarſe contra lo mal
hecho, que tambien es falta de valor, i una de las maiores, que ſe
conſideran en los Reyes, i de maior daño para los Reynos; no paſsò ſu
enojo de una reprehenſion menos aſpera, de lo que el Inffante merecia,
por los deſabrimientos, con que ſe huvo en eſta materia: reſultaron
della nuevas murmuraciones contra el Cõde, que era el fin de todo,
porque el Inffante moſtrandoſe ſentido de la diligencia, que ſe hizo
con el Rey; juzgò por autor al Conde, i como los induzimientos del
de Odomira, no ceſſavan un punto de perſeguirle, procuravan otros
deſacreditarlo, con tan differente effecto, de lo que era ſu animo, que
quanto màs le perſeguian, tanto màs le acreditavan, i engrandecian.
 
(54) El Rey, entonces, menos deſabrido, ſe fue a Ceuta con penſamiento
de paſſar de alli a Gibaltar, a verſe con el Rey D. Henrique de
Caſtilla ſu cuñado, i el Infante acompañandolo haſta aquel lugar, pudo
tanto con ſu autoridad, que alcançò licencia del hermano para bolver a
Tanjar; conociẽdoſe en eſſo, como en otras varias acciones, que no ay
deſvios humanos, que puedan impedir los ſuceſſos, que la providencia
divina diſpone por otras cauſas, pues con aver tantas en eſta jornada
para atajar la futura deſgracia, vino el appetito de un Principe a
poder màs, que la razon, i la experiencia, hallando ſiempre pareceres,
que approvaſſen tales deſaciertos.
 
(55) Por otra parte el Infante guiado del conſejo del Conde de Odemira,
huyô de ſeguir el de Viana, que ſin embargo de ſus quexas, tornó con
ruegos, i perſuaciones a encarecerle el error de aquel acometimiento;
i como vió, que a penas lo eſcuchava, con ſolo quatro criados ſe fue
a Ceuta, adonde el Rey lo embiava a llamar, para paſſar a Caſtilla, i
hazer antes alguna entrada en tierra del enemigo. El Infante apreſtado
con quatrociẽtos hombres, en diez i nueve de Henero (̃q era noche
de S. Sebaſtian) dos horas antes de amanecer ſe puſo en Tanjar: los
Portugueſes atemorizados cõ prodigios, q̃ por todas partes amenazavan,
notarõ vn Cometa, cõ largas, i ſangrientas crines, q̃ ſeguia a la Luna,
en mitad de ſu claridad, pueſto ſobre aquella ciudad. Mirò Gomez Freire
al Cielo (perſona de grãde prudencia, ceſo, i calidad, i en alta voz)
dixo.
 
_Ah noche fatal, i deſdichada, para quien te aparejas?_
 
Ivan los hombres con eſtas ſeñales con tanta triſteza interior, que a
penas davan paſſo, que no juzgaſſen, que era para la ſepultura.
 
(56) Llegados al muro le arrimaron quatro eſcalas, i ſubieron como
cien hombres, mas reconocidos por la poſta, yẽdo Iuan de Soſa a
herirle con la lança, ſe arrojô del muro abaxo, i començò a dar bozes;
i los nueſtros penſando, que del eſtruendo naceria otra confuſion, que
embaraçaſse al enemigo para poder defenderſe, tocaron reziamente al
arma, quando el enemigo acudió con gran valor a ſu defenſa; esforçòſe
con el peligro, i ultimamente hallando los Chriſtianos deſordenados,
fue degollando en ellos, ſin que el Inffante pudieſſe valerlos, màs
que con el ſentimiẽto. Quiſo arrojadamẽte ſubir al muro, i morir con
los demàs compañeros; però el Conde de Odemira, i otros fidalgos lo
deſviarõ deſte intento, alẽtandole deſta aflicion, haſta q̃ ſ vino a
Alcaçar.
 
(57) Nueva tan deſaſtrada llegô primero, q̃ las reliquias del campo,
a Ceuta, como tienẽ de coſtumbre ſiempre las infelicidades; i el Rey
animandoſe para el conſuelo, mandò al Conde de Viana, q̃ de ſu parte
fueſſe luego a darſele al Inffante, el qual pidiendo al Conde le
perdonaſſe no ſeguir ſu cordura, i parecer, ſe aliviò de la perdida.
Fue mui grande, la que recibiò eſte Reyno, porque murieron màs de
duzientas perſonas calificadas en valor, i ſangre, quedãdo preſas otras
ciento. Anduvo el enemigo revolviendo entre los nueſtros, para ver ſi
hallava el cuerpo del Conde de Viana, porque juzgava, que a quedar vivo
no podia llamar victoria aquella, quando el baſtava a reſtaurar maiores
calamidades. Cuentaſe, que en eſta ocaſion dixera un moro viejo gran
ſoldado, a ſu Alcaide, eſtas palabras
 
_Abrahem Bename, en vano buſcas el cuerpo de D. Duarte de Meneſes
entre eſſos, que miras ſin vida; pues en la deſorden, i poca
diſciplina, que moſtraron en eſte caſo los Portugueſes, veo, que no ſe
hallò en el._
 
Tanto era el reſpecto, con que hablavan de ſu perſona los enemigos, i
la proſperidad de ſu opinion.
 
(58) El Rey no quiſo divulgar la nueva, haſta q̃ ſe embarcò a
Gibaltar, q̃ fue el miſmo dia, que ſe la dieron. Eſtava el de Caſtilla
aguardandolo, i llevando los dos la grãdeza de ſus cortes, i eſtados, a
cabo de algunos dias, q̃ eſtuvieron juntos, aſſentaron coſas, que nunca
tuvieron cumplimiento, aunque fueron juradas en manos de D. Iorge de
Acoſta Obiſpo de Evora, ſucediendo en eſtas viſtas lo que en todas,
que ya màs lo tratado en ellas ſe guardò nunca. Andavan los ſeñores de
Caſtilla deſabridos con el Rey dudando de la legitimacion de ſu hija D.
Iuana, que era Princeſa unica de aquel Reyno; porque la madre viviendo
con menos honeſtidad de lo q̃ requeria ſu grãdeza, dava ocaſiõ a ̃q
ſe juzgaſſe al Rey ſu marido por inhabil para tener hijos; i que el
pueblo no paraſſe en ſola eſta malicia. El Infante D. Alonſo hermano
del Rey de Caſtilla con eſta, i otras cauſas, ſe inquietò de manera que
llegô a armar contra el hermano, haziendoſe cabeça de los inobedientes,
i malcontentos. Quiſo entonces el Rey caſar al Principe D. Iuan de
Portugal, con la Princeza heredera de Caſtilla, i al Rey D. Alfonſo con
ſu hermana la Infanta D. Iſabel, que deſpues fue la Reyna Catholica,
però el Cielo deſviò el acierto deſtos matrimonios por caſtigar a
Heſpaña, con una guerra poco menos que civil, que duró haſta la muerte
del Rey Don Alfonſo, de que ay eſcritos copioſos commentarios.
 
(59) Tornòſe el Rey de Gibaltar a Ceuta, donde entrò de nuevo en otro
penſamiento de tomar Arzila, ciudad tambien de aquella coſta, metida
dentro en un arrecife, que alli haze el mar Occeano Herculeo, la qual
ſe llamò antiguamente Zilia, i los naturales, con poca corrupcion dizen
Azeila; eſtà quarenta i ſiete leguas de Fez, i ſiete a Poniente del
eſtrecho; porque el yerro, con que ſe acometio a Tanjar, le atormentava
el coraçon para hallar algun modo, con que pudieſſe reſtaurar el
credito, que imaginava menoscabado con la ſobra de animo, que tenia;
peró muchas vezes pierdẽ los Principes tanto por dar en valientes, ſi
es con temeridad, como por ſer cobardes.
 
(60) Con eſta imaginacion ſe fue a Alcaçar, i de alli con el Infante
entrando en la ſierra, por el puerto, que llaman de Alfeixe. Al
amanecer diò en unas aldeas, que hallò deſpobladas, con el aviſo, que
tuvieron deſta entrada: deſpues corriò ſin ceſſar, haſta legua i media,
por la ſierra, con no poco daño del enemigo; anocheciole en eſto, i
paſsô el rio de Tagadarte, por alojarſe a ſu orilla; però fue tanto
lo que lloviò aquella noche, i la recia tempeſtad, que ſobrevino, que
el rio ſiẽdo mui pequeño ſe hizo un mar, i el Rey por eſta cauſa ſe
viô perdido, ſin poder paſſar adelante, bolviendoſe triſte, i afligido
a Alcaçar, i luego a Ceuta. Pareciole entonces deſpedir ſus gentes,
porque ſe deſengañò de la tema, con que andava de un yerro en otro, ſin
conſejo, ni prudencia, ſolo por la ambicion de moſtrar valor; ſiendo
tan cõpañero en eſte deſeo el Infante ſu hermano, que no ſe podia
juzgar de ambos, qual deſacertava màs.
 
(61) Eſte Principe eſtando en Portugal como maeſtro, que era de las
dos ordenes militares de Chriſto, i Sanctiago, mandò con edicto
publico, que todos los cavalleros deſtos habitos, vinieſſen a ſervirle
en eſta empreſa, compeliẽdolos con amenazas, i aunque es lo cierto,
que no faltò alguno, q̃ voluntariamẽte dexaſſe de ſeguir el Infante,
ſiẽdo ſu exemplo, i el del Rey maior fuerça que todos los demás
mandamientos: Con todo como eſte negocio tocava a juriſdicion, i los
cavalleros profeſſavan maior zelo, que en eſte tiempo eſtando aqui
en Ceuta deſpues de deſpedidos, i con licencia, para que pudieſſen
bolverſe a ſus caſas, entre las dos ordenes eſcogierõ a Gonſalo Gomez
de valladares Comendador del Mogadouro del habito de Chriſto, i Martin
Vaz Maſcareñas, comendador de Aljuſter de Sanctiago, cavalleros de
prudencia, i virtud; para que notificaſſen al Infante declaraſſe no
eſtar obligados los cavalleros a ſemejantes violencias, ſiendo accion
voluntaria, i libre ſeguir los maeſtros en ocaſion de guerra, que no
fueſſe declarada en ſus eſtatutos, a quien para maior ſeguridad ſe
remetiã.
 
(62) Quando la libertad ſe funda en razon, i juſticia, no es buen
Principe, el que la condena, ò caſtiga: pues los buenos ſiempre
permiten, que los ſubditos negocien como ſubditos, i no como eſclavos;
maiormente en las coſas, en que no mueſtran interes proprio, pues la
cauſa publica ha de tener differente aſsiento en el animo del Principe,
cuyas orejas, quanto màs abiertas eſtan para los quexoſos, tanto
más cumplen con la obligacion de ſu oficio, ſin que para eſtos ſean
neceſſarios nuevos tribunales, pues miniſtros con gran dificultad
emiendan yerros de otros miniſtros, por no ſe acuſar a ſy meſmos, i
aſſi los Reyes lo han de hazer como obligacion preciſa ſuya. El Infante
no ſolo los eſcuchô agradablemente, pero examinando los eſtatu 

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