2016년 4월 1일 금요일

Opiniones 13

Opiniones 13


Los diarios.
 
Uno que otro día suelo comprar la _Gazette de France_, el venerable
diario que casi nadie lee, salvo los abonados monarquistas. Lo compro
por honrar la memoria de Théophraste Renaudot, que no era ningún Gordon
Bennet, y por leer algunas sabrosas prosas de M. Charles Maurras. Esa
vieja hoja, la primera que salió de las prensas francesas, está hoy
decaída, como las ideas que representa. Su figura no luce, sus hábitos
no van con la nueva vida periodística de este París que se ayanquiza,
que ha cambiado, que se ha transfigurado, en cuerpo y alma, desde los
tiempos en que Théophraste tenía su oficina en la calle Calandre, en la
enseña del _Grand Coq_. Hay algunas publicaciones que permanecen fieles,
hasta donde les es posible, al pasado; pero la evolución del periodismo
francés tiene etapas demasiado marcadas en su historia. Los tiempos han
cambiado; y, desde la aparición del primer periódico, la prensa ha
correspondido a su tiempo.
 
* * * * *
 
Acabo de releer las deliciosas memorias de Goldoni. En ellas hay un
capítulo dedicado a los periódicos. El comediógrafo se asombra ya de
«l’inmensa quantitá di fogli che si spacciano ogni giorno in Parigi». El
hombre más curioso y más desocupado del mundo no podría leerlas todas,
dice, aunque emplease en ello todo su tiempo. Cita los más importantes.
El _Journal de Paris_, célebre a la sazón por un _canard_ ruidoso. Este
periódico anunció que un lionés había descubierto la manera de caminar
sobre el agua, y que había realizado la prueba con todo éxito. La
afirmación no era cierta. Pero quiso la buena suerte de la publicación
que tres años después un extranjero caminó, en efecto, sobre el Sena con
unos zapatos de su invención. El _Journal de París_ no quedó ya como
mentiroso... Goldoni habla también de la _Gazette de France_. Aparecía
entonces dos veces por semana, «y si no da las noticias más frescas, las
da en cambio más seguras».
 
El _Journal Europeen_ era «una gaceta inglesa traducida al francés». Muy
dedicada a cosas parlamentarias, y muy buscada por el público. El
_Mercure de France_ había dejado de publicarse mensualmente y aparecía,
más pequeño, cada sábado. Cita con elogio el _Año Literario_, de Freron.
El _Journal des Savants_ «non e fatto per tutti». La _Gazette des
Tribuneaux_, útil para empleados y curiales, y el _Journal de
l’Agriculture_, para los cultivadores. El más afortunado era la
_Bibliothéque des Romans_. Merecía ser leído el _Journal de
Litterature_, «benissimo scritto e molto giudizioso nelle sue critiche».
Solamente hay en ese tiempo dos diarios: el _Journal de París_ y el
_Journal de France_. «Objeto principal de este último es el anunciar los
bienes muebles e inmuebles que se venden o alquilan, de las cosas de que
querían deshacerse los posesores», etc., etc. En cuanto al _Journal de
Paris_, «algunas veces el público lamenta que no sea bastante rico de
noticias». Y el buen Goldoni se pregunta: ¿pero puede un diario ser rico
de noticias todos los días? Y luego, ¿se puede decir todo, escribir
todo, imprimir todo? No sospechaba por cierto en lo porvenir la
información actual, el diario en que cuotidianamente se dice todo, se
escribe todo, se imprime todo.
 
En verdad, el diario propiamente dicho, no empezó sino con la
Revolución. Rivarol apareció con su finura y brillantez; Desmoulins, con
su elocuencia; otros más si no buenos escritores, plumas activas. Las
luchas de ideas, los choques políticos, hacían necesaria la hoja con su
noticia, su proclama o su comentario. Marat, terrible colega, lanza su
_Ami du Peuple_; y el periodismo furioso y sanguinario tiene iniciadores
como d’Hebert y Fréron, a quien Goldoni calificaba de «uomo molto
istruito e sensatissimo». En el Directorio Babeuf funda su _Journal de
la Liberté de la Presse_. Se escribe mucho y hay no sólo libertad, sino
libertinaje.
 
Bajo el poder del emperador no hay expansión para la prensa. Después
nacerán los Carrel, los Constant, los Paul Louis Courrier, precursores
de los luchadores de hoy, Clémenceau, Rochefort, Drumont y compañía.
 
A la vuelta de los Borbones hay un despertamiento. El periódico cuenta
con plumas como las de Bonald, Lamennais, Chateaubriand, que sustentan
los principios conservadores, mientras el liberalismo tiene a Cousin,
Guizot, Royer-Callard, Foy, Miguet, Thiers, etc. Más tarde, típicos
representantes aparecerán, maestros como Janin y el gran Louis Veuillot.
Girardin, como dice en una buena frase M. Edmond Pilon, crea _la Presse
d’un coup de plume et tue Armand Carrel d’un coup d’épée_. A través de
los cambios políticos, brillan los Louis Blanc, los Raspail, Hugo mismo,
que fué colosal periodista. El segundo imperio llenó los diarios de
literatos y poetas. Nacieron los Scholl, los Saint-Víctor, los Gautier,
los Vacquerie. La guerra y la Comuna pasaron. Hubo una transformación en
todo. Los diarios cambiaron de ideas, de rumbo, o suavizaron sus
tendencias. El número ha aumentado largamente. Y un soplo venido de los
Estados Unidos, ha propagado últimamente el espíritu yanqui en el
diarismo, como ha creado el _magazin_, fotográfico, de actualidad y de
curiosidad.
 
¿Quién no sabe que el _Temps_ es el más serio y autorizado de los
diarios parisienses? Sus cortos artículos editoriales resumen en
juicios, casi siempre acertados, los movimientos de la política
mundial. En cada número un redactor representa el pensamiento
espiritual, la crítica fina, Pierre Mille o Nozieres, por ahora. Allí se
publican las «interviews» famosas, «los paseos y visitas» de un eminente
reporter: M. Adolphe Brisson. La crítica literaria y dramática cuenta
siempre con dos «normaliens» de fuste. Los que han firmado, firman, o
firmarán esas secciones, han sido, son o serán de la Academia Francesa.
Los asuntos militares los tratan en largos artículos dos militaristas
fuertes, como los hermanos Margueritte. Un reposado gentleman-farmer
envía de cuando en cuando agradables cartas sobre agricultura. En el
folletín hay casi siempre una novela extranjera.
 
En cuanto a información, el _Temps_ es de los más adelantados, y sus
noticias son siempre de buen origen. Antes de pasar adelante, he de
advertir que es inútil buscar aquí una información semejante a la de los
grandes diarios yanquis, ingleses y argentinos.
 
El _Figaro_, que ha pasado recientemente por una crisis resonante,
guarda su carácter tradicional, moderado y mundano. Se conserva la
usanza de los «sonetos políticos», de Magnard. Siempre, el redactor en
jefe, da su opinión sobre la situación, si no en catorce versos, en más
o menos espacio que el que ellos ocuparían. El primer artículo es
literario, o de actualidad, firmado por un nombre célebre, o en vísperas
de serlo. Un redactor hay, cuotidianamente, para un asunto de interés
actual en la vida parisiense, y, entre la legión de sus reporteres,
cuenta con el reporter parisiense por excelencia M. Chincholle, y con un
hábil interviewista, M. Huret. Mantiene en la mayor parte de las
capitales europeas corresponsales que están, o aparentan estar, en todos
los secretos de cancillería y de salón. Como crítico teatral firmaba
Henry Fouquier; hoy llena la tarea Emanuel Arene. Recientemente el
_Figaro_ ha llamado a Catulle Mendés a su colaboración literaria fija, y
el buen poeta dice, en prosa y verso, cada quince días, impresiones,
sensaciones e ideas.
 
El _Gaulois_ es el rival mundano del _Figaro_. Su clientela es
monárquica y de alto rango. En su redacción se guardan todas las
conveniencias. Tiene una sección muy interesante, sus _blocnotes_
parisienses. Como el _Temps_ y el _Figaro_, se vende a quince céntimos.
Manifiesta también preferencia por la literatura y el arte. Conservador
y todo, tiende a mejorar como empresa. El _Journal des Debats_ es el
viejo periódico sabio y correcto de antaño. Tiene una clientela especial
y distinguida. Guarda la tradición del folletín de crítica dramática.
Sus colaboradores son casi todos miembros del Instituto. Es el periódico
senador, antiguo par de Francia. El _Journal_ ha comenzado con gran
éxito y ha seguido una vida de éxitos. Diario cuyo director literario es
M. José María de Heredia, tiene un estado mayor de excelentes literatos
como redactores. Cuenta también con buenos periodistas, en el sentido
exacto de la palabra. Se distinguen en esto su redactor policial y su
vulgarizador científico. En cuanto a sus plumas principales, las hay
fuertes, admirables para la revista y para el libro, como la de M. Paul
Adam, cuyos artículos muy sesudos, atrevidos y macizos, no son muy
propios del diario; Michel Prince publica sus diálogos picantes; André
Theuriet, sus impresiones y cuentos campestres; «Severine» hace su
propaganda humanitaria; Mezervy dice sus historietas voluptuosas; Hugues
la Roux, sus viajes e impresiones, y así otros cuantos colaboradores
fijos. La crítica teatral la hace el poeta Mendés. Tiene buenos
reporteres, como Naudeau, y tres escritores risueños: Pouchon, famoso
sacerdote de Baco; Alphonse Allais, que es en París lo que Luis Taboada
en Madrid y Eustaquio Pellicer en Buenos Aires, y Franc Nohain, un
humorista en versos amorfos, que recibe las confidencias de las
cafeteras, de los billares, de las muñecas y de otras cosas así, y que
agarra una rima y no la suelta hasta no acabar con la paciencia de sus
lectores.
 
El _Matin_, que en su nueva época ha iniciado un movimiento de
información y de actividad diarística que le ha sido muy provechoso, y
el _Français_, que aparece por la tarde, en dos o tres ediciones, son de
una misma empresa. Publican siempre un artículo de actualidad, un cuento
y muchas noticias locales y extranjeras. Sus redactores principales son
Ch. Laurent y H. Harduin. Tienen un crecido número de colaboradores y
reporteres que han tenido ingeniosas ideas e iniciativas, como el que se
tiró al Sena para ver si lo salvaban los perros de la policía, y se
quedó una noche escondido en un sarcófago del Louvre, y George Daniel
que se ha disfrazado de mil maneras y ha ejercido cien oficios para
contar sus aventuras a los parisienses. El _Echo de Paris_, órgano del
nacionalismo, es un diario bien hecho, bien informado, con una buena
sección de telegramas del extranjero, y que se distingue como _L’Eclair_
por sus interviews. Hay otros cuantos diarios, pero se harían estas
líneas interminables si hablara de todos.
 
El establecimiento del _New York Herald_, en París, la invasión yanqui,
las relaciones más estrechas con los Estados Unidos, han traído al
periodismo nueva vida. Ya son señalados los redactores políticos que
hacen su largo editorial, los extensos capítulos, de antes, o las
dilatadas vociferaciones. Se busca decir en pocas líneas mucho. No se
declaman las antiguas tiradas. En cambio, en todo, en literatura, en
arte, en sport, se aumenta la parte informativa, el elemento curioso, la
anécdota inédita. Con esto ha llegado también la _réclame_. Hay diarios
que dan primas a sus suscriptores; otros, como el _Journal_, han
inundado de carteles vistosos los muros de París, recomendando tal o
cual folletín espeluznante, y ofreciendo un premio de valor a la persona
que averiguase el final de la novela y la suerte de cada uno de los
personajes, después de publicados los primeros capítulos. El _Matin_ y
el _Français_ han iniciado las _sorpresas_. Los redactores del
periódico, desde el redactor en jefe hasta el último reporter, han
salido por las calles a ofrecer un sobre cerrado a las personas que

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