2016년 4월 1일 금요일

Opiniones 20

Opiniones 20



En verdad, si algún pecado atrae el misterioso castigo de la «fuerza
enemiga» en Henri de Groux, o es el de la carne, o es el del orgullo. Su
obra no es, ni con mucho, casta; pues en sus desnudeces más olímpicas y
paganas aparece una concepción del encanto femenino completamente
católica; es decir, lujuriosa. La antigua Venus imponente y sencilla,
impulsora de las fuerzas naturales, tiene poco que ver con esas figuras
ambiguas nacidas al influjo de preocupaciones teológicas y soplos
demoníacos. Hay mucho de dantesco en el conjunto de sus pinturas, y
mucha semilla medioeval, que ha hecho brotar a través del tiempo, en
medio de las intranquilidades y exacerbaciones de los fines del siglo
pasado, una extraña vegetación de cactus y orquídeas infernales. A pesar
de las conquistas de la eternamente perfeccionable y corregible
corporación de los sabios, el Diablo, como el Dios del famoso director
de periódico, será «siempre de actualidad.»
 
En cuanto al orgullo del artista, es enorme, ciertamente, aumentado por
los injustos triunfos de la mediocridad y por el inconcebible
rebajamiento del gusto general en nuestra época, tan llena de
indiferencia por las altas cosas mentales. El sustenta su categoría,
abomina a los predicadores de la igualdad, cara a los pequeños, y mira
sus semejantes tan solamente en otros tiempos pasados. Eso no se lo
perdonan los acomodaticios fabricantes y los que aceptan la imposición
de la chatura común. El no figura en la cáfila de pagadores de
biografías y autorretratos de tal diario de mostrador y pulpería; él no
se echa por la calle del medio a hacer retratos mundanos; dice, donde
quiera que le pongan atención, lo mal que piensa de los Carolus Durán y
otros del Instituto; ríe con risa maligna; tiene la ocurrencia
corrosiva, la broma ácida; agregad a esto el no ser propiamente un
Adonis, antes bien un «tipo» singular, el soñar continuamente, el
fracasar en cuanta tentativa de mejorar de fortuna ha hecho, y el
monologar a veces por la calle... decidme si no es muy explicable que
buenos burgueses florentinos y mal intencionados compatriotas, de
consuno, le hayan hecho ir a parar al manicomio... De donde, felizmente,
logró escaparse, y en donde encontró tema para otro de sus poemas
pictóricos extraordinarios... El también, como el Gibelino, a quien
admira y ha interpretado, puede decir que vuelve del infierno.
 
Es de todas maneras una existencia trágica la suya, y su obra es como su
existencia. El conflicto estalla por la hostilidad del medio y su
ninguna voluntad de adaptación. Es un desarraigado de un lejano siglo,
un extranjero en la humanidad que presencia la lucha rusojaponesa... Un
día he visto en su taller algunos de los «retratos» que ha hecho: Dante,
Wagner, Luis II de Baviera, León Bloy, Baudelaire, entendidos a su modo
extraño, misterioso... Un libro había por allí: las _Fleurs du mal_...
¡Eso ha sacado de las malas compañías! Y si al primer llegado se le
preguntase qué piensa de la carrera fatigosa y de la vida de de Groux,
de seguro que os saldría con el eterno recurso de la bohemia. De Groux,
sin embargo, es cabalmente algo muy distinto del tipo tradicional del
bohemio. Desde luego, y a pesar de su faz a veces rubicunda y sus
frecuentaciones del café, es sobrio. Es casado, tiene familia. Es triste
y serio, como no toque en la conversación un asunto que haga estallar su
bilis en carcajadas hirientes. Como todo hombre de su intelecto, tiene
una leyenda, que se yuxtapone a la realidad de su trabajado pasar. Ha
sufrido días muy duros, temporadas harto amargas, que su ex amigo Bloy
ha dejado ver de manera bien transparente en su _Mendiant ingrant_ y en
su reciente _Mon Journal_. Ha intentado cien veces el seguir un trabajo
ordenado que le diese la realización de tanto cuadro en proyecto como
tiene ideado; mas hay algo, sin duda alguna, algo que le acosa y le hace
siempre desmayar en medio de la tarea: es un perseguido de la miseria.
No le han faltado mecenas temporarios, cuyos apoyos no le han servido
sino para reposar un tanto en su carrera de fatigas y penurias. El
primero fué el rey Leopoldo, su compatriota; el último fué, según él
mismo me lo contara hace como un año, la princesa de
Wolkenstein-Trotzburg, esposa del embajador austriaco en París, dama que
se distingue por su entusiasmo por Wagner y que ha sabido apreciar el
mérito de de Groux.
 
En cuanto a los vendedores de cuadros y dueños de salas de exposición
han sido para el asendereado artista, según su impresión y experiencia,
feroces. Los usos y gestos de ese temible grupo han sido denunciados más
de una vez por escritores valientes, desgraciadamente no en la prensa
diaria, que por más de una razón no aceptaría tales claridades, sino en
revistas de circulación reducida. Allí han hablado los Mauclair y los
Peladan. Allí se han expuesto las criminales maniobras de los lanzadores
de renombre en provecho propio; de los que preparan sus stocks de telas
para pregonar el mérito de tal o cual impresionista vivo o muerto; de
los mantenedores de la crítica simoníaca; de los explotadores del
talento; de los martirizadores del desconocido genial; de los usureros
de la fama y asesinos de la necesidad.
 
Se han expresado sus intrigas y sus añagazas, y cómo desuellan a los
pobres artistas que llegan a sus puestos, y cómo se hacen pagar
enormemente el derecho de una exposición, y cómo ellos, a su vez,
lanzan, es la palabra, y ponen de actualidad tal talento averiado, tal
_amateur_ con fortuna o tal olvidada mediocridad, a la que se hace el
_boniment_ para engañar a las gentes.
 
* * * * *
 
Si los turiferarios de la falsa gloria le han evitado, de Groux ha
tenido en cambio la aprobación de ciertos excelentes. Remy de Gourmont,
Heredia, han sido sus amigos; Mirbeau, Verhaeren, Camile Lemonnier,
Eockoud, Fontainas y el tremendo Bloy, han escrito sobre él páginas
brillantes de entusiasmo. El último, en su apocalíptica fuga, ha
clamoreado la grandeza del genio de de Groux a los cuatro puntos
cardinales. De pocos pintores de estos tiempos, y de todos los tiempos,
se han dicho palabras semejantes. Hace ya años escribía el fuerte
Lemonnier: «Ese joven Henri de Groux, ese espíritu impermeable y virgen
sobre el cual se ha deslizado sin penetrarle la corrosiva educación de
un tiempo propicio a los malignos y funestos, a los instintivos, de
repente se denuncia épico, afiebrado de cataclismos, torturado de
imágenes sangrientas, sin parentesco con ninguna escuela, sin analogía
con sus antecesores, sino es tal vez con Delacroix, hambriento de
destrozos y carnicerías, todo empurpurado de sus flujos bermejos». Y
Jules Destree: «Al lado de ese temperamento de colorista que le acerca a
Delacroix al punto que se le pudiera aplicar muy adecuadamente los
versos de Baudelaire:
 
Delacroix, lac de sang hanté des mauvais anges,
Ombragé par un bois de sapins toujours, verts,
Ou, sous un ciel chagrin, des fanfares ét ranges
Passent, comme un soupir étouffé de Weber.
 
Al lado de esos dones prestigiosos y sutiles, su parentesco con los
primitivos es muy cierto. Como ellos, tiende sobre todo a ser sugestivo.
Su realismo es cuidadoso de la naturaleza y de la verdad, pero es
evocador del ensueño, se lanza más lejos que la realidad, con
proyecciones de más allá, en el infinito del pensamiento, de misterio y
de sueño por todas partes esparcido y flotante alrededor de nosotros,
realismo con brotes de alma, sobrenaturalismo que es la expresión más
alta del arte verídico y grande.» «Es únicamente un artista, un
filósofo», afirmaba André Fontainas. El diálogo entre el rey Leopoldo y
el pintor, contado por Charles Buet, es curioso: «--Monsieur de
Groux--dijo el rey visitando el Salón--; conocía ya la obra de vuestro
padre. Es la primera obra vuestra que veo. Habéis hecho una cosa muy
_extraña_, pero es una página notable. Quisiera haceros algunas
preguntas.--Tengo la certeza, sire,--respondió Henri de Groux--, de
haber hecho, en efecto, una cosa muy extraña y seguramente intolerable
para el _philistin_. Así me siento feliz de que haya tenido la fortuna
de gustaros.--Sí; pero ¿por qué _los_ habéis hecho a todos tan
obstinadamente feos?--Sire, pensé que los sentimientos que _ellos_
expresaban no debían embellecerlos.--Pero el Cristo mismo, ¿por qué es
tan feo? ¿Por qué expresa el pavor, el espanto?--La tradición le
representa bello y lleno de esperanza.--He pensado que el Cristo, siendo
Dios que se ha hecho hombre para asumir todos los dolores y todas las
miserias humanas, no podía ser bello, al menos de la belleza vulgar, y
que en esa circunstancia había debido asumir el miedo, el miedo físico,
y aun la apariencia, el aspecto de la culpabilidad».--Lo que decís es
interesante, pero muy audaz.» «Tal vez, agrega Buet, pues Henri de Groux
no es heterodoxo pintando a Jesús feo, que los primitivos han siempre
representado así, según un texto de Tertuliano, del tratado _De carne
Christi_, y según también la palabra del salmista: _Ego sum verneis et
non home, opprobrium hominum et abjetio plebis_.» Y sobre ese mismo
cuadro del «Cristo de los ultrajes» declaraba William Ritter: «¡Y bien!
El «Cristo de los ultrajes», que sólo la música había osado por el genio
fulgurante de Juan Sebastián Bach, Henri de Groux, en fin, nos lo ha
dado, y nos lo ha dado tal, que el suplicio de Matho, entregado a la
plebe de Cartago en Salambó, no es nada al lado de esta espantable
pena.» Y Octave Mirbeau: «Bajo su aparente ingenuidad de primitivo, M.
Henri de Groux es un pintor consumado; es maravillosamente hábil en el
juego de los colores. Sus telas tienen el aspecto de objetos preciosos,
de materia lujosa que deben, ante todo, mostrar las obras de arte. Hay
en él una mezcla de tapicero persa y de imaginero gótico, con todo un
golpe de acentuaciones a la Rembrandt. Sus telas son meticulosamente
compuestas; desde el punto de vista del color, es el color el que guía y
dirige. En su aparente desorden es minuciosamente lógico, y su
imaginación, que es viva, que es desbordante de verbo, no va sino hasta
donde el color le indica ir. Su «Moisés salvado de las aguas», así como
sus bohemios, son puras obras maestras de colorista. La alegría de esas
telas estalla en sonoridades soberbias», Y Charles Morice: «¡La vida, la
verdad de la vida! Es ella la que de Groux, en los ojos de los músicos y
de los poetas y de otros héroes, y en las obras por su pincel
comentadas, ve y nos muestra con el gesto imperioso de una voluntad
orgullosa de no ceder bajo el peso del pensamiento.» «Artista violento,
tumultuoso, conmovedor, siempre original, que llega a una intensidad de
realización y de evocación que se impone a la imaginación y fuerza a la
memoria, tal se afirma», dice Charles Salunier. «Es, ante todo, un
poeta», señala Ivanoe Rambosson. Su nombre es célebre en el arte
contemporáneo «de excepción», como diría Vittorio Pica. Este mismo
crítico italiano ha estudiado en una de sus más bellas obras el talento
y la producción de Henri de Groux. He aquí cómo describe un cuadro
terrible: «Les trainards, rêve aprés la bataille»; «Rappresentava un
campo dopo la bataglia: in alto della tela scorgevansi le case del
vicino villagio; in primo e secondo piano v’ra una confusione
raccapricciante di cadaveri e di carrogne sbudellate e sanguinolenti, di
ferilli in agonia, di sconquassati ordegni guerreschi e, in mezzo a tale
cuenta rovina, avanzavansi, a passi cauti, cinque o sei losche figure di
depredatori di cadaveri, seguiti da carretini, tirate da grossi cani di
Terranovae sovraccarricho di spoglie.
 
Lo spettaculo era allucinante, macabro, espettrale e, ad acrescere
l’orrore, contribuiva tanto la voluta mancanza anche del più piccolo
lembo di firmamento quanto le deficienze di prospettiva e l’uniforme
tinta verdastra, evocante il colore della putrefazione. Como esprimere
con parole la terribilitá di quei cadaveri aggroviagliati, affastellati
l’uno sull’altro, chiarrati disgustosamente di sangre, con le budella
serpeggianti fuori dal ventre? ¿Come esprimere il supremo orrore di
quegli occhi vitrei e spalancati, che nessuna mano pietosa aveva
chiusi?»
 
Pues, en realidad, Henri de Groux es un artista de horror y de misterio.
 
Su obra, complicada y ya vasta, abarca varios ciclos: el ciclo dantesco,
el wagneriano, el napoleónico, fuera de variados y alucinantes
espectáculos de imaginación y enigma que se ha complacido en trasladar a
la tela.
 
Es uno de los pocos artistas gráficos que hayan logrado evocar los
extraños ambientes y percepciones de los sueños, y esas cosas raras e
inexplicables que supiéranse de otras existencias y que se encuentran en
tales páginas de extraordinarios escritores, como Poe, Mallarmé, Quincey.

댓글 없음: