2015년 6월 23일 화요일

Cronica de la conquista de granada 4

Cronica de la conquista de granada 4



y asi quedó enteramente en poder de los cristianos la ciudadela.
 
Sucedió en esta ocasion, que estando el marqués de Cádiz discurriendo
con otros caballeros, por las estancias de aquella fortaleza, llegó
á un aposento muy bien alhajado y superior á los demas, donde á la
luz de una lámpara de plata vió una hermosísima mora, que era la
muger del alcaide, que se hallaba á la sazon ausente, habiendo ido
á unas bodas en Velez-málaga. Á la vista de un guerrero cristiano
quiso ella huir atemorizada; pero enredándosele los pies en la
ropa de la cama, cayó á los del Marqués, implorando su piedad y
proteccion. El cristiano caballero, en cuyo noble pecho rebosaban los
sentimientos de honor y cortesía para el sexo, alzó del suelo á la
bella mora, y procuró calmar sus temores: pero en el punto mismo se
aumentó á aquella el susto, viendo entrar corriendo en su aposento
á sus doncellas, perseguidas por los soldados españoles. Reprendió
á éstos el Marqués por una conducta tan indigna, recordándoles,
que alli habian venido para hacer la guerra á los hombres, y no á
mugeres indefensas; y volviéndose á las temerosas moras, les aseguró
su proteccion, y puso una guardia competente para velar sobre su
seguridad.
 
Ya los cristianos eran dueños del castillo, pero no de la villa,
cuyos habitantes se dispusieron á defender vigorosamente sus hogares;
pues habiendo amanecido, pudieron reconocer y apreciar el número y
fuerzas del enemigo. Aunque la poblacion se componia principalmente
de mercaderes y artesanos, eran diestros en el uso de las armas,
y los animaba un espíritu guerrero y la esperanza de ser en breve
socorridos desde Granada, que distaba solamente ocho leguas.
Coronando sus torres y almenas, las defendieron contra el ejército
cristiano, que habia quedado fuera, descargando sobre él una lluvia
de piedras y saetas cada vez que intentaba acercarse: barrearon las
bocascalles que daban al castillo, y habiendo colocado en ellas
suficiente número de diestros ballesteros y arcabuceros, mantenian un
fuego continuo contra la puerta del castillo; de suerte que mataban ó
herian á cuantos pretendian salir por ella. Dos valientes caballeros
que con alguna gente quisieron hacer una salida, pagaron á la puerta
misma este arrojo con sus vidas.
 
La situacion de los españoles iba haciéndose ya muy peligrosa, pues
no podia tardar en llegar el socorro de Granada; y si en el discurso
del dia no se apoderaban de la plaza, podrian verse cercados y
bloqueados por un ejército, y casi sin víveres para su manutencion.
Discurrian algunos, que aun cuando llegasen á hacerse dueños del
lugar, no podrian subsistir en él; por lo que aconsejaban que se
hiciese botin de todo lo mejor que habia, y que despues de derribar y
quemar el castillo, emprendiesen la retirada sobre Sevilla. No era de
este parecer el marqués de Cádiz. “Dios, dijo, ha puesto en nuestras
manos esta fortaleza: él sin duda nos dará fuerzas para conservarla:
con trabajo y sangre la hemos ganado, y seria mengua de nuestro honor
el abandonarla por el temor de peligros imaginarios.” Del mismo modo
opinaban el adelantado y don Diego de Merlo, cuyas exhortaciones
impidieron que se abandonase la fortaleza: tal era el cansancio de
los soldados por tan largas marchas y el continuo pelear, junto con
el temor que tenian de la venida de los moros de Granada.
 
Entre tanto, restauradas en parte las fuerzas de los soldados de
fuera con algunas raciones que se les repartieron, avanzaron al
asalto de la plaza, y peleando desesperadamente con la morisma que la
defendia, arrimaron las escalas y subieron á la muralla. El marqués
de Cádiz por su parte, viendo que la puerta del castillo estaba
completamente dominada por la artillería del enemigo, mandó abrir una
brecha en la muralla, para que por ella pudiesen salir los suyos á
acometer la villa. Efectuada la brecha salió acaudillando su tropa, y
animándola con la promesa de que se le daria el pueblo á saco, y que
los habitantes quedarian cautivos. Con esta seguridad se arrojaron
los soldados al asalto de la plaza, acometiéndola simultáneamente
por diversas partes, por las puertas, por las murallas, y aun por
los tejados de las casas que unian al castillo con el pueblo. Los
moros pelearon valerosamente por las calles y desde las ventanas
de sus casas: eran inferiores á los cristianos en el esfuerzo, por
razon de su género de vida que era sedentaria é industriosa, y por
estar enervados con el uso frecuente de baños calientes[6]; pero se
aventajaban en el número; y en defensa de sus hogares, el amor pátrio
y la desesperacion inspiraban nuevos brios asi á los viejos como á
los jóvenes, asi á los flacos como á los fuertes. Ni los lamentos
de sus esposas é hijos, ni las heridas, ni la muerte de los suyos,
fueron parte para que desmayasen en una contienda en que se trataba
de su libertad, de su hacienda y de sus vidas; á lo que se añadia
la esperanza que les animaba, del socorro que por momentos debia
llegarles de Granada. Los cristianos por su parte, peleaban por la
gloria, por la justa venganza y por la religion. La victoria les
aseguraba un botin inmenso; su vencimiento los entregaba en manos del
tirano de Granada.
 
[6] Zurita, Anales, lib. XX. c. 42.
 
En todo el dia no cesó el combate; pero á la noche empezaron á
desmayar los moros; y se recogieron á una mezquita, desde donde con
dardos, arcabuces y ballestas, hicieron tanto daño en los fieles,
que les obligaron á detener el paso. Por último cubriéndose con
manteletes[7] y broqueles, pudieron los cristianos llegar á la
mezquita, é incendiaron sus puertas. Los moros al ver entrar el humo
y subir las llamas, perdieron de todo punto las esperanzas, y los
mas de ellos se dieron á partido: otros salieron contra el enemigo,
vendiendo sus vidas lo mas caro que les fue posible.
 
[7] Especie de parapeto movible, hecho de tablones, con que se
defendian los soldados cuando iban á escalar una muralla.
 
Terminada ya esta sangrienta lucha, quedó Alhama por los cristianos:
sus habitantes fueron hechos esclavos asi hombres como mugeres; y
aunque varios lograron escapar por una mina que salia al rio, y
estuvieron algunos dias ocultos en cuevas y parages secretos, al
fin la hambre los forzó á entregarse á los vencedores. Concedióse á
los soldados el saqueo del pueblo, y les valió un botin inmenso.
Hallaron cantidades enormes de oro y plata, alhajas, sedas y
preciosas telas, con mucho ganado, granos, aceite, miel y otros
muchos productos, que rendia esta region feliz; pues en Alhama se
recaudaban las rentas reales y el tributo de aquella comarca. Era el
pueblo mas rico del reino, y por su fuerza y situacion particular,
se llamaba la llave de Granada. La devastacion y estrago que hizo la
soldadesca española seria incalculable; pues creyendo como imposible
mantenerse en posesion de su conquista, trataron de inutilizar cuanto
no pudiesen llevar consigo. Hicieron pedazos grandes tinajas de
aceite, destrozaron riquísimos muebles, y aportillando los pósitos de
granos, esparcieron al viento sus tesoros. Hallaron en las mazmorras
de la plaza algunos cristianos, que habian sido cautivados en Zahara,
á los cuales sacaron en triunfo á respirar el aire libre; y á un
español renegado, que habia servido de espía á los moros en sus
correrías por las tierras de los cristianos, le ahorcaron desde los
adarves para que á todo el ejército sirviese de ejemplo este castigo.
 
[Ilustración]
 
 
 
 
CAPÍTULO V.
 
_De la sensacion que causó en el pueblo de Granada la toma de
Alhama, y de la salida que hizo el Rey moro para recobrarla._
 
 
No tardó en llegar á Granada la infausta noticia de la toma de
Alhama. Trájola un ginete moro, que habia venido corriendo la vega á
rienda suelta, sin aflojar en su carrera hasta llegar á las puertas
de la Alhambra y á la presencia del Monarca. “Los cristianos, dijo,
están en la tierra: vinieron sobre nosotros de improviso, y de noche
escalaron los muros del castillo. Mucho se ha peleado, grande ha sido
la mortandad, pero á mi salida de Alhama, ya la ciudadela quedaba en
poder de los infieles.”
 
Confuso quedó Aben Hazen con la nueva de este suceso, pareciéndole
que ya el cielo le castigaba por los males que habia causado en
Zahara. No obstante, llegó á persuadirse que esto seria una incursion
pasagera de algunos forrageadores, á quienes seria fácil echar del
castillo y de la tierra, enviando prontamente á Alhama algun socorro.
Con esta confianza, mandó que salieran al punto para socorrer á
aquella plaza mil ginetes, lo mejor de su caballería, los cuales
llegaron á la vista de Alhama la mañana despues del dia de su
rendicion, y cuando ya el pendon cristiano tremolaba sobre sus muros
y baluartes.
 
Viendo esto los moros, y que salia de la plaza á recibirlos un cuerpo
numeroso de caballería, volvieron las riendas á sus caballos y
tomaron á mas andar el camino de Granada, donde entraron de tropel,
difundiendo con la noticia que traian el dolor y la consternacion.
“Alhama cayó, decian, Alhama cayó: el cristiano se apoderó de sus
fuertes torres: la llave de Granada está en manos del enemigo.”
 
Al oir estas palabras y acordándose de los males pronosticados por el
Santon, se alarmaron los granadinos, pareciéndoles que habia llegado
ya el cumplimiento de su fatal vaticinio, y en toda la ciudad no
se oia sino quejas y lamentos. “¡Ay de mí, Alhama!” decian; y esta
exclamacion, tantas veces repetida, sirvió de asunto á un romance
que se compuso con este motivo, y se ha conservado hasta nuestros
dias. Conmovido asi el pueblo, se dirigió á la Alhambra, y llegando
algunos á la presencia del Monarca, manifestaron su sentimiento
plañendo y mesándose los cabellos. “Mal haya el dia, le dijeron, en
que encendiste las llamas de la guerra en nuestra tierra. El santo
profeta nos sea testigo ante Alá que nosotros y nuestros hijos somos
inocentes de este hecho. Sobre tu cabeza y sobre la cabeza de tus
descendientes, hasta la fin del mundo, sea el pecado de la desolacion de Zahara”

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