2016년 1월 25일 월요일

Letras Obras Completas 14

Letras Obras Completas 14



En el tiempo relativamente corto en que ha logrado ser el primer
hispanoamericano que ha entrado a formar parte de la redacción activa de
un gran diario, ha llegado a conocer la vida parisiense como muy pocos
extranjeros la conocen. Conversar con él es un placer. Y así, entre
anécdota y frase oportuna, os narrará cosas del mundo internacional de
la Metrópoli, como traerá a cuento sus días de juventud y de lucha, en
su amada tierra original. Trofeo forman, en su gabinete de trabajo, los
ponchos costosos de los gauchos, las espuelas, la guitarra del payador,
las boleadoras que han detenido carreras de avestruces y de potros en
las vastas pampas. Y bajo esos trofeos suelen verse lindas sonrisas
francesas, monóculos literarios; o tal o cual barba blanca de
personaje.
 
Aunque ya ha nevado sobre él, guarda con bizarra actitud sus bríos de
antaño, que recuerdan sus antiguos compañeros de periodismo en el Plata,
hoy casi todos diplomáticos y hombres de estado. Y es soltero. Garzón
para la _garçonnière_.
 
Este escritor y este periodista, ambos en el mejor sentido de la
palabra, es, como lo he dicho en otra ocasión y en este nuestro querido
_Fígaro_ habanero, un romántico modernizado. A pesar del continuo
contacto con esta inquietante ultracivilización, conserva viejas
virtudes castizas, que Dios le guarde siempre. Cree en la nobleza, en el
carácter, en la amistad, en el honor, en la cortesía. Y aunque ya todo
eso casi no está de moda, él lo sabe lucir de manera envidiable. Y es
que este dandy, que hubiera sido amigo de Barbey d’Aurevilly, tiene
también el dandismo «por dentro».
 
 
 
 
CATULLE MENDÈS
 
 
Cuando comencé a dar a mis ansias artísticas, hace ya cerca de
veinticinco años, los nuevos rumbos que habían de traerme en América y
en España tantos amigos y enemigos--«todo buena cosecha»,--uno de mis
maestros, uno de mis guías intelectuales, después del gran Hugo--el
pobre Verlaine vino después--fué el poeta que de modo tan horrible ha
muerto, tras de vivir tan hermosamente: Catulle Mendès. Su influencia
principal fué en la prosa de algunos cuentos de _Azul_; y en otros
muchos artículos no coleccionados y que aparecieron en diarios y
revistas de Centro América y de Chile, puede notarse la tendencia a la
manera mendeciana, del Mendès cuentista de cuentos encantadores e
innumerables, galante, finamente libertino, preciosamente erótico. Mi
admiración se exteriorizó en un soneto:
 
Puede ajustarse al pecho coraza férrea y dura;
Puede regir la lanza, la rienda del corcel;
Sus músculos de atleta soportan la armadura...
Pero él busca en las bocas rosadas leche y miel.
 
Artista, hijo de Capua, que adora la hermosura,
La carne femenina prefiere su pincel;
Y en el recinto oculto de tibia alcoba obscura
Agrega mirto y rosas a su triunfal laurel.
 
Canta de los oarystis el delicioso instante,
Los besos y el delirio de la mujer amante,
Y en sus palabras tiene perfume, alma, color.
 
Su ave es la venusina, la tímida paloma.
Vencido hubiera en Grecia, vencido hubiera en Roma
En todos los combates del arte o del amor.
 
Mi admiración fué siempre la misma, aun después de la nueva moda de
revisar valores. Siempre le tuve por un admirable artífice de la palabra
y por un espíritu alta y elegantemente romántico. Fué uno de los pajes
predilectos del emperador de la Leyenda de los Siglos. Cuando la muerte
de Gautier, cuya hija Judith fué la primera esposa de Mendès, Víctor
Hugo escribió a éste:
 
«Hautevill-Housse, 23 Octobre 1872. 5 heures du soir.--C’était prévu et
c’est affreux. Ce grand poète, ce grand artiste, cet admirable cœur,
le voilà donc parti! Des hommes de 1830 il ne reste plus que moi. C’est
maintenant mon tour. Cher poète, je vous serre dans mes bras. Mettez
aux pieds de Mme. Judith Mendès mes tendres et douloureux respects.»
 
Alma muy 1830, queda hasta su último día la de Mendès. Yo no le traté
personalmente, y vale más. Le ví muchas veces en París, y sobre todo en
su café preferido, el Napolitain, donde, alrededor de una mesa, a la
izquierda de la entrada, se reunen todas las tardes a conversar y tomar
aperitivos unos cuantos hombres de letras y periodistas. Allí reinaba
Mendès, teniendo a su lado a un gran amigo suyo, Courteline. Vi algunas
ocasiones a Moreas, entre otros comediógrafos, poetas y cronistas. Una
tarde vi también que llegó a buscar a su marido Madame Jane Catulle
Mendès, bella, elegante, muy «parisiense.» Su marido, apartando un poco
el guante, descubrió el rosado puño de su mujer y le dió gentilmente un
beso. Ella, poco tiempo después, recuerdo que publicó un lindo tomo de
poesías, en que en plausibles estrofas se manifestaba muy enamorada de
él. Los versos eran exquisitos. No pasó mucho sin que ocurriese la
separación de los cónyuges. Esto, en París, es muy sencillo.
 
Era ese poeta amable, de noble continente y gestos de hombre «nacido». Y
era israelita. Nació dotado de gran belleza. Se cuenta que cuando llegó
a París, muy joven, una noche, al presentarse en un palco, acompañado de
su madre, llamó la atención su rostro de príncipe de cuento.
 
Fué un bizarro conquistador de amores. Hizo poética su vida. Hasta sus
últimos años tenía, en un cuerpo ya cargado de edad, el alma fresca. Su
muerte ¿un suicidio? Imposible. Anacreonte muere de otra cosa. Si la
existencia no tuviese esos golpes violentos, debidos a una misteriosa
lógica absurda, Mendès debió morir académico. Aunque más peligrosa a la
blancura de los azahares, si su obra, allá en los primeros pasos, le
llevó a la cárcel, como a Richepin, no tiene la brutalidad del Turiano.
Y de seguro Mendès no hubiera escrito _Père et mère_... En cambio, Zo,
Lo y Jo, sus antiguas figuritas predilectas, antecesoras de todas las
Claudinas, hubieran concurrido a oir el discurso de recepción bajo la
Cúpula.
 
* * * * *
 
Era el poeta. Su crítica, sus cuentos, sus dramas, sus novelas, eran de
poeta. A todo le daba valor armonioso. Puede decirse que no tenía
creencias religiosas o que las tenía todas bajo el imperio de la poesía.
Ese judío escribió páginas inefables, no sin el inseparable perfume
venusino, en el _Evangelio de la Santísima Virgen_ y en _Santa Teresa_.
Todas las teogonías tenían para él, como para todos los poetas, los
prestigios del misterio, del símbolo, del mito. Su inspiración vuela por
todas las latitudes. Ya comprende e interpreta, desde sus primeros
poemas, el encanto nórdico, explorando las brumas y las nieves del país
en donde suavemente y fantásticamente brilla el sol de media noche, y
hace dialogar a Snorr y Snorra; ya su pasión wagneriana, tan sólo
superada en él por su pasión hugueana, le hace escribir una exégesis
poemática de la obra del Thor musical, y novelas como aquella en que
narra a su manera la legendaria vida del Rey Virgen; ya con su
_Hesperus_ flota en el mundo de Swedenborg, o con _Panteleia_ crea una
música astral y deliciosa. Como su dios Hugo, él tenía toda la lira,
aunque más pequeña, y también sabía agregar la cuerda de bronce.
 
Tenía un admirable don de asimilación, y, voluntariamente, o por
sugestiones sucesivas, dejó en su obra numerosa algo que hubiera firmado
Hugo, algo que se confundiría con lo de Gautier, con lo de Leconte de
L’Isle, con lo de Banville, con lo de Heredia. Es cierto que él
perteneció, y se glorió siempre de ello, a la familia parnasiana, que se
desarrolló bajo el ramaje del patriarcal Roble romántico.
 
El fué bondadoso con los poetas que vinieron después de su generación.
No careció de enemigos, ésto conforme con su mérito. Mas da a quien lo
merece el justo elogio con sus crónicas, y en su voluminoso trabajo
sobre la poesía francesa en el siglo XIX, que escribió por encargo
oficial.
 
Lo que nunca pudo ver con buenos ojos ni oir con benévolas orejas fué el
verso libre. Que no le hablasen del verso libre. Y eso, siendo como era
un gran conocedor de secretos musicales, un wagnerista, y habiendo
escrito en prosa rítmica y rimada los más encantadores «lieds de
France». Es una joya ese librito, en el que a los lieds de Mendès viene
unida la música de ya no recuerdo cuál joven autor parisiense.
 
De todas las artes es la música la que más se compadece con la
mentalidad israelita, y este poeta tenía la facultad musical en el
verbo, que en el pentágrama tuvieron y tienen muchos artistas de su
raza.
 
Yo admiro el buen tino del padre de Mendès que supo comprender desde la
niñez de su hijo la verdadera vocación. ¿Qué digo tino? Debo decir don
de profecía, pues si le impulsó a las letras en lo fragante y primaveral
de su ensoñadora juventud, vió desde la cuna el laurel verde y así le
llamó con nombre de poeta. El padre de Chapelain fué menos avisado, y su
cosecha fué, como dicen los franceses, _plutôt maigre_.
 
Era el poeta. Un poeta pagano, alerta siempre, que sabía amar con
elegancia y lirismo las mujeres y el vino; por lo cual debe haberle
encantado el consejo luterano que leyera inscrito en letras góticas en
las cervecerías alemanas, cuando, en sus días de estudiante, cantara en
Heidelberg el _Gaudiamus igitur_ después de los _salamander_, en los
coros de escolares teutónicos. ¡Gentil epicúreo! Casi septuagenario, se
regalaba con primicias ofrecidas por la Fama y por la Voluptuosidad. Su
primera esposa era una musa; se separa de ella y se consuela con otra
musa adoradora de Wagner como él; en seguida, su esposa es musa también;
se separa de ella y se consuela con la amistad de una bella cortesana
de letras.
 
Es muy de París, como hubiera sido muy de Atenas. Con sus corbatas de
seda blanca y fina bajo su cuello doblado, con su _en bon point_, con
sus cabellos entre plata y oro, su cara de Cristo satisfecho, con su
indumentaria, si no de dandy nunca descuidada, me parecía más joven que
todos los que a su rededor se congregaban, más joven que el mismo
Moreas, tan lleno de juventud, y desde luego más joven que otros amigos
jóvenes, pero de espíritu y corazón matusalénicos.
 
Luego se batía por cosas de arte y de poesía, defendía a sus maestros y
daba la sangre por sus ideas estéticas. Un escritor y conferenciante, ya
difunto, le agujereó el vientre en una de esas bizarras cyranadas.
 
Sabía latín bien; debe haber sabido griego, pues hizo muy buenas
humanidades; el alemán debe haberl

댓글 없음: