2016년 1월 25일 월요일

Letras Obras Completas 4

Letras Obras Completas 4


Avec nous l’on chante et l’on aime!
Nous sommes frères des oiseaux.
Croissez, grands lys! chantez, ruisseaux!
Et vive la sainte Bohème!
 
Y en el pueblecito queda la triste Emma, que ha hecho todo lo posible
con sus súplicas para que la voluptuosa cómica errante le deje a su
amado.
 
En el acto segundo Glatigny está ya en París, y en casa de Émile de
Girardin que está para ser nombrado ministro, y cuya secretaría va a
solicitar el bohemio. Mal vestido, pero ya con cierta fama y con un tupé
colosal, comienza en la antesala del periodista famoso y rico por
comerse los bizcochos y beberse el oporto de los visitantes.
 
Entra en esto Mme. d’Elfe, una embajadora--la célebre princesa de
Meternich, que aún vive en Viena--llena de elegancia y de gracias. Viene
a politiquear, intrigante y buena amiga de Napoleón III, con Girardin.
Diálogo lleno de curiosas cosas, entre poeta y embajadora. Ella queda
sorprendida y contenta de las ocurrencias y galanterías del flaco y
lírico tipo, que le confía su calidad de poeta y de actor y que
incontinenti le hace unos versos, que escribe en un precioso carnet de
la princesa. Ésta arranca la hoja escrita, y ofrece el carnet a
Glatigny, que rehusa el regalo. El carnet está cubierto de piedras
preciosas. En cambio pide la rosa roja que adorna el tocado de la alta
dama; la cual accede, pero viendo que el galante hombre va a besar la
flor, le dice orgullosamente:
 
...Pourtant quelque jour de peine plus étrange
Et moins fière, s’il vous plaisait de faire l’echange,
N’hésitez pas. N’importe quand, et n’importe où,
Renvoyez moi la fleur, vous aurez le bijou.
...Je ne crois pas vous la rendre jamais!
 
exclama Glatigny. Y envuelve la rosa en un autógrafo de Banville que él
guarda preciosamente. La conversación sigue hasta la llegada de
Girardin, al cual pide la princesa que modifique un artículo que está ya
en prensa. El diarista accede, manda suspender la tirada y busca a su
secretario, que ha partido; la princesa le recomienda a Glatigny, que
empieza al instante sus funciones... que abandonará pronto por voluntad
propia. Sale Girardin. Y entra Lizane, que había quedado fuera esperando
al poeta. Conversación agitada. Lizane manifiesta que, una vez más,
quiere dejarle, e ir a probar fortuna en calidad de cocota.
 
--¿Ah? ríe Glatigny.
 
...Oui, j’ai fait emplette,
D’un nom ducal, chez la marchande de toilettes
Hermine de Bréda.
 
Está bien. Y se despiden. No sin que antes le aconseje Lizane al
abandonado que se junte con la hija de un músico de cervecería, la
adolescente Cigalón, no bonita, pero que está profundamente enamorada de
él. El acto acaba con la salida de Glatigny de su famosa secretaría y
con el horror de Girardin y la risa de los que llegan y acaban de leer
el diario recién aparecido. ¡El loco había escrito en verso el artículo
dictado!
 
Tercer acto. La cervecería des Martyrs, que M. Audebrand acaba de
desenterrar en uno de sus últimos libros. Centro de la bohemia, lugar en
que se encuentran todos los comedores de azur y bebedores de toda clase
de cosas, pintores, músicos, poetas melenudos, batalladores, templo
tumultuoso en que se lanzan las más raras paradojas, se ríe, se combate,
se besa a las muchachas y se imaginan todas las filosofías y locuras. El
icono de ese lugar es el de Mürger. Allí aparecen personajes como
Olivier Metra y Courbet, tipos como el del fracasado Morvieux, que son
de todos los tiempos, y el coro de buscadores, de seguidores, de
acólitos, de bohemios. Glatigny está desesperado por la separación de
Lizane, y no comprende o no hace caso de la pasión ingenua de la pobre
hija del músico de Cigalón, que procura darle algún consuelo. Ella sabe
por qué sufre el poeta y le dice sus más suaves palabras y le anuncia
que la otra ha de volver, que no sufra, que pronto ha de verla. Y Lizane
vuelve, porque su amante, el cómico Tassin, está preso, porque no
solamente vive de ella sino que ha robado. Y engaña de nuevo a Glatigny,
que cree ciertas sus promesas de amor, sus frases que le enloquecen. La
desventurada Cigalón ve el gozo del que ama por el retorno de Lizane, y
llena de pena, al verlos partir juntos, va a llevarse a su padre, al
músico _raté_, comedor de haschis, que vive su miseria en paraísos
artificiales; y cuando quiere levantarle de la mesa en que está
inclinado, le encuentra muerto.
 
En el acto cuarto Glatigny está unido a Emma y ambos trabajan en la
Alhambra, ella en su repertorio cantaridado, él como improvisador. El
público ve, al mismo tiempo, el escenario de la Alhambra, el cuarto de
vestirse de Lizane y el de las demás artistas. Lizane, en una escena se
muestra triste y de mal talante; y como Glatigny la pregunta el motivo,
ella le hace ver que necesita dinero, bastante dinero, para vivir sólo
para él, una vida de amor... El desastrado soñador se desespera... y
por fin promete a la pérfida el dinero. Tiene allí cabalmente la rosa ya
seca de la princesa d’Elfe; y en una salida que hace Lizane a escena, él
envía a la princesa, que casualmente está en un palco, la rosa. Y en
seguida recibe el carnet, que pasa a manos de Lizane. A esto ha venido a
buscarla Tassin, que ha cumplido el tiempo de su prisión, y ella se va
con él, mientras Glatigny improvisa ante el público, acompañado por el
violín de Cigalón... La desesperación de Glatigny es inmensa, y mayor la
de Cigalón, que ha de echarse al Sena en breve.
 
El último acto. El poeta, el amante pródigo, ha vuelto a su pueblo
natal, ya tísico; y vive unido a Emma, que le recibió con los brazos y
el corazón abiertos. Él guarda el recuerdo de sus pasados días. En su
gastado cuerpo no han muerto ni el soñador ni el sátiro. Pero la
enfermedad ha ganado ya mucho terreno, todo el terreno. Y cuando llega
la noche y Emma le acuesta, después de un acceso, él finge quedarse
tranquilo, dormir. La buena mujer se va confiada a su reposo. Y el
lunático, el Quijote de la rima y de la carne, se levanta, como en un
delirio. Le ha vuelto más viva que nunca su locura; busca su maleta
vieja, sus papeles viejos, y sale a proseguir sus aventuras, sale a la
calle, y al campo, sobre la nieve... Y muere en su sueño, con el beso de
la esperanza en los labios:
 
Bah! je leur reviendrai chargé d’or et de gloire!
 
Ahí le encuentran por la mañana, helado de muerte y de nieve.
 
--«Pauvre petit!»--suspira la pobre Emma.
 
* * * * *
 
De uno de los pasados dramas en verso de Mendès decía Jules Lemaître que
parecía escrito por Víctor Hugo. Este parece escrito por Rostand, siendo
asimismo y por lo tanto huguesco, de un Hugo modernizado. Hay en
Glatigny bastante de Cyrano. ¿No son ambos hermanos por la luna y por el
quijotismo? Al uno le amortaja el otoño, al otro el invierno... A ambos
hieren amor e imposible. Mendès ha hecho todo lo que ha querido, con su
talento tan fuerte, tan bello y tan flexible. Ha hecho cosas como Hugo,
como Leconte de Lisle, como Banville, como Baudelaire, como Verlaine,
como los parnasianos, como los simbolistas, como los decadentes. Y
además, como Mendès. Tiene una obra enorme y varia, y un espíritu
siempre fresco y vivaz. Es, indudablemente, un gran virtuoso; pero es
también, indudablemente, un grande y magnífico poeta.
 
 
 
 
EL MILAGRO DE LA VOLUNTAD
 
 
Al acabar de leer un reciente libro de León Daudet, _La lutte_, he
sentido un gran bienestar. He pasado una colina para ir a ver el Océano.
Venía sobre las olas un viento sano. El día estaba un tanto ardiente,
mas soplaba frescor la inmensidad marina. Y pensé: la vida es hermosa;
la naturaleza es la concreción de la vida. El hombre debe encontrar en
la aflicción de su pensamiento su propia esperanza. Aprovechemos el lado
sonriente del misterio. Seamos los perseguidores de la alegría. Más de
la mitad de la alegría, si no toda la alegría, está en la salud. Seamos
los perseguidores de la salud. Dediquémonos a ella hasta conseguirla lo
más completa posible. Mantengamos los órganos de nuestro cuerpo lo mejor
que podamos. Más hace por nuestras penas morales nuestro hígado que
nuestras penas morales mismas.
 
El amor completo, el sabor de la gloria, el impulso generoso, la
concepción luminosa, necesitan del buen estado de nuestras vísceras. La
ciencia de las ciencias se llama Higiene.
 
Mientras nuestra alma permanece en su casa de carne, nuestra alma es
fisiológica... Ordenémosle bien su casa. Con nuestro principal poder,
con nuestra principal riqueza: la voluntad... De pronto observo: ¿este
optimismo no será sospechoso? Arthur Symons ha escrito: «La mayor parte
de los que han escrito de una manera seductora sobre el aire libre de lo
que llamamos las cosas naturales y florecientes, han sido enfermos:
Thoreau, Richard Jeffries, Stevenson. El hombre fuerte tiene tiempo de
ocuparse en otra cosa, puede abandonarse a pensamientos abstractos sin
tener un lanzamiento al cerebro, puede perseguir objetivamente las
consecuencias morales de la acción, no está condenado a los solos
elementos de la existencia. Y en su tranquila aceptación de los
privilegios de la salud ordinaria, no encuentra ningún lugar para ese
éxtasis lírico de las acciones de gracias que un día claro o una noche
tranquila despierta en el enfermo.» ¿Y si para la exaltación del arte el
hombre «sano» no existe, por lo menos en lo que toca al aparato
nervioso? Tanto mayor razón entonces de fortalecernos y mantener en el
mejor estado posible el mecanismo de la máquina animal. Y en tal caso,
evitar ante todo cualquiera de las puertas señaladas con un peligroso
signo mágico, por las cuales se entra en los paraísos artificiales.
Epicuro, Anacreonte, se quedan a la entrada. Omar Kayam, Poe, Musset,
Quincey, Verlaine, penetran, y cuando retornan vienen pálidos de haber
visto el infierno de los infiernos.
 
* * * * *
 
El personaje principal de la novela de León Daudet es un joven médico
que en lo mejor del goce de su fresca juventud se siente presa de la
tuberculosis. Para calmar sus males, o por el terror de su dolencia
irremediable, se entrega a la morfina. Entre las más horribles
agitaciones de su vicio, cuando el remedio ha resultado peor que la
enfermedad, una resolución firme, ayudada por la constancia de buenos
espíritus, por un noble amor, y a la verdad, por los medios que puede
procurar una fortuna, triunfa de todo el daño. La voluntad ha vencido a
la tuberculosis y a la morfinomanía. Esa es toda la novela. Los

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