2016년 1월 25일 월요일

Letras Obras Completas 7

Letras Obras Completas 7



Hace tiempo leí sus «Notas y escorzos», capítulos de crítica literaria;
sus impresiones de viaje «Por el Cibao», de las que casi nada recuerdo.
Su «Del Amor», es obra de despertamiento, de pasión exuberante, de
juventud y de savia temprana. Mas su folleto político «Una campaña»,
publicado en 1903, llamó grandemente mi atención por el modo robusto de
narrar, amena y bizarramente, sucesos que no han tenido en la América
nuestra sino señaladas plumas de valor que los traten. Hemos sido
célebres por nuestras revoluciones, y Europa no conoce aún el libro que
bellamente e intensamente diga tanta cosa extraordinaria, terrible y
pintoresca, porque ese libro no se ha escrito todavía.
 
En «El jardín de los sueños» este autor está seducido por el
esteticismo, y muestra una viva preocupación del estilo. Hay sutileza,
escritura «artista», prosa galante, paisajes al «claire de lune»,
relentes románticos e influencias simbolistas. Se advierte el amor de
las gracias plásticas, de ritmo, de la concreción de la expresión noble.
Sus lecturas son de la más reciente literatura; y cuando creéis
encontrar una reminiscencia de Laforgue, pasa el soplo d’annunziano. Hay
ideas, plasticidad y música «avant toute chose». Al madrigalizar, eleva
los asuntos, poetiza el medio, se transporta a otras épocas más bellas,
o dora, con el oro de la ilusión o de la fantasía, el tema inmediato.
Veo sobre todo a un poeta, al parecer, en ocasiones, sentimental, y en
ocasiones impasible en la labor de orfebrería que prefiere. Después
viaja. Los viajes son bienhechores y precisos para los poetas. «Navegar
es necesario; vivir no es necesario». Navega, pues, para venir a esta
Europa que todos ansiamos conocer. La moderna literatura nuestra está
llena de viajeros. Casi no hay poeta o escritor nuestro que no haya
escrito, en prosa o verso, sus impresiones de peregrino o de turista. Se
pasa, como Robert de Montesquiou, «del ensueño al recuerdo.» Como todo
está dicho, en lo que se refiere a lo contenido en ciudades y museos, no
queda sino la sensación personal, que siempre es nueva, con tal de
apartar la obsesión de autores preferidos y la imposición de páginas
magistrales que triunfan en la memoria. Es esto difícil, antes de que la
tranquilidad de la vida reflexiva llegue. Cestero, en sus narraciones de
viaje, se aparta dichosamente de los escollos del bedekerismo y de los
peligros de la obra recordada. Esto no quita que no le acompañen el
recuerdo de espíritus amados en sus periplos. Mas noto que los viajes en
él, las frecuentaciones diplomáticas y los contactos de París, han
marchitado un tanto la frescura franca de las floraciones de antaño.
Parece que el entusiasmo, sal del arte, no está en él con la abundancia
de los pasados días.
 
Yo no le pido una fe señalada, pero sí una fe. En verdad, el paulatino
conocimiento de las asperezas del mundo crea los peores escepticismos;
para librarse de esto sirve tan solamente la voluntad, la elevación de
la conciencia, la virtud de un ideal. Si ha de poner Europa sobre esa
amable psique el peso de un materialismo que le impida el vuelo, quédese
el artista y el combatiente haciendo sabrosas prosas y nuevas
revoluciones en el país dominicano. Y si ha de perder, Dios no lo
quiera, su original nobleza de espíritu, su respeto y adoración por la
sinceridad, su pasión por lo sagrado del arte, si ha de aprovechar los
dones divinos en el daño y en la mentira, si ha de mirar el misterio
demiúrgico de la palabra como arma de malhechor o como útil de
saltimbanqui, si ha de abandonar lo que, privilegio singular, trajo
desde el materno vientre por la volición suprema, la pureza y la
dignidad mentales, la única razón moral de existir--que en la primera
revuelta en que lo tome el general contrario, sin formación de causa, le
fusile. Mas si no, suya será la gloria.
 
 
 
 
UN POETA PORTUGUÉS EN LA INDIA
 
 
Agradezco muy de veras a Alberto Osorio de Castro el envío de su volumen
de poesías _A cinza dos Mirtos_, porque en el volumen hay lindos versos
y porque esos versos vienen desde Nova Goa, en la India portuguesa. Me
complace tener un lírico amigo y un comprendedor en aquellas tierras
fabulosas. Ya en otra ocasión he dicho lo que un poeta gana, a mi
entender, con emular a Simbad; y lo que, ante mi gusto, ganó, pongo por
caso, el autor de _El alma japonesa_ con haber ido al Japón. Mas, yo iré
mañana al Japón o a la India, si _La Nación_ me envía, o si deseos me
vienen de entenderme con la agencia Cook. El asunto es vivir en uno de
tantos países exóticos la vida de esos países, y penetrar en sus almas,
y entender sus palabras y sus ritos, para luego contar o cantar cosas
bizarras, extrañas, peregrinas, como Lafcadio Hearn, Paúl Claudel o
Alberto Osorio de Castro.
 
Aunque este último ha amado y soñado en Portugal, en donde florecieron
sus mirtos, y aunque en su vergel antiguo fué encendida la pasional
hoguera, es en Oriente en donde clama a la mujer amada:
 
Volta a cinza que guarda outro fogo de amor.
 
Allá en las regiones lejanas en donde habita recordará las nieves de
antaño. Recordará que «en Coimbra, en el Jardín, una dulce mañana de fin
de invierno fino y claro, Ella y su Hermana, pasaban para la misa ideal
de las Ursulinas.
 
Um arco iris desmaiava em Santa Clara,
Um mais roseo perfume espargiam as rosas,
Uma fonte cantava, as rôlas ja cantavam,
E logo presenti que a primavera entrava
Com as roseas Irmãs eguaes e harmoniosas,
Rosas roseas a face, alvor de rosa as saias,
A deixarem um rastro em flor no ar e o chão...
Todo o sangue subiu aos ramos nas olaias.
Todo meu sangue me floriu no coração.
 
Yo me imagino que en su existencia en los exóticos reinos de antiguas
leyendas y teogonías, pasará el poeta horas prosaicas a causa de las
invasiones civilizadoras. Las caravanas de las agencias turísticas le
perturbarán en sus recogimientos, y quizá algún cargo administrativo
aplane en cotidianas tareas idealizadas colinas de encantamiento. Mas
todo esto, por la virtud voluntaria, puede ponerse como una subvida «a
côté», dado que la única vida es aquella que nuestra voluntad declara y
que nuestro espíritu reconoce, contra todas las dificultades de la
circunstancia. Y en todo poeta hay un terrible o dulce filósofo.
 
Las citas y los epígrafes indican las lecturas y las predilecciones de
Osorio de Castro. Es un «moderno» y un aristócrata. Considera con
justeza que la facultad de pensar humanamente es el sumo poder del ser
humano,--humanamente y divinamente; y que por algo el cerebro corona el
edificio, bajo la redondez de su cúpula.
 
Mas penetremos en la hermosa colonia de poesía.
 
* * * * *
 
Al eco de la música d’annunziana--«Nel plenilunio di calendimaggio»--se
comunica con el mundo de las hadas.
 
Mab, a Rainha Fada côr de jade,
Dá beija-mão a sua côrte em festa.
Veem Fadas dos Montes, da Floresta,
Veem das Grutas de oiro e claridade.
 
Por los labios de Mab se expresan la Ilusión, el Amor, la Esperanza. Y
la mujer surge en su gracia y omnipotencia carnal. Después exóticas
figuras pasan, como la amorosa chiquinha cuya faz de encanto japonés se
entrevé. Chiquinha, que tiene «la gracia de la mujer de nuestra sangre y
la gracia de la exótica sangre». En las tristezas de la tarde es un
desvanecimiento de íntimas «saudades». Se esfuma la ronda de las horas.
Suena la canción del agua:
 
Aguas serenas e ligeiras
Passae de leve para o mar.
Aguas novinhas e palreiras
Ponde-vos todas a cantar.
 
¿Hay en el rimador un creyente? ¿Su paganismo termina en un anhelo de
mortalidad cristiana? Más bien se ve un lejano resplandor de fe en los
comienzos de la juventud. «¡Viña de inmortalidad, dame tu vino de luz
eterna! ¡Ah, que «saudade» de la dulce creencia en Jesús, en mi infancia
de sueño! Era para mí el mundo misterioso jardín. Y no el abismo
horrible que veo ante mí ahora. Viña de inmortalidad, dame el fruto de
la verdad y el vino de la eterna aurora». Anatole France le seduce con
su Thaïs de Alejandría. Uno como sentimiento barresiano, basado en un
decir de la antología griega, le hace preguntar a los muertos el secreto
de las agitaciones de la vida. En un sueño de delicias amorosas,
momentos de pasión: «Claro día de aquella primavera extinta, y por
siempre refloreciendo en el sueño de lo pasado... Aguamarina de sus
ojos, lindo reir de luz que enamoraba y era un vino hechizado!» Hay una
linda balada que tiene un perfume de jardines lejanos:
 
Pallidas rosas de Chimbel,
Coitadas d’ellas, a murchar,
Sem que a sua alma o aroma e o mel
As abelhas vão procurar.
 
E’ uma agonia bem cruel
Longe do sol desabrochar.
Pallidas rosas de Chimbel,
Coitadas d’ellas a murchar.
 
Lá fóra o sol sobre o vergel
Põe toda em flor a terra e o ar
E ellas a beira do marnel
Estão ás grades a scismar
Pallidas rosas de Chimbel.
 
Él ha frecuentado todos los vergeles de poesía que han deleitado al
mundo. En todo el imperio de la mujer se define y provoca lo que antaño
se llamaba la inspiración. Para la musicalización verbal de su sueño, o
de sus fantasías, de sus idealizaciones o de sus ímpetus cordiales, el
poeta emplea las clásicas maneras, o se deja seducir por las sabias
libertades que han invadido las métricas de todas las lenguas. Hay
composiciones absolutamente normales, las hay de un aire parnasiano, las
hay modernísimas. Mas el tono general obedece sin duda alguna a las
influencias del pasado movimiento simbolista. ¿Qué poeta de estos
últimos tiempos no ha sentido en todas partes esas influencias?
 
La obra de Osorio de Castro, cuando se complica de exotismo, de ese
exotismo vivido de quien como él habita ha largo tiempo aquel continente

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