2017년 3월 26일 일요일

Realidad 14

Realidad 14


FEDERICO.
 
¡Cuánto sabe este chico, Dios!... Pues yo no admito esas filosofías
de estira y afloja, y me atengo á la idea de que Augusta es honrada.
 
INFANTE.
 
Es que la honestidad también tiene sus categorías.
 
FEDERICO.
 
No, no las tiene. Veo, Infantillo, que siendo yo un mala cabeza,
como dicen, y tú uno de los niños más formalitos de estos tiempos,
estoy menos corrompido que tú. Pues te digo otra cosa: tus
pretensiones son una mala acción y una deslealtad.
 
INFANTE.
 
Si pones la cuestión en el terreno de la moral del _Amigo de los
Niños_...
 
FEDERICO.
 
Que es la única. Si yo me viera en tu caso, me haría infeliz la
idea de agraviar y deshonrar á un hombre tan bondadoso, tan digno
de respeto y amistad. Dime: ¿eres tú de los que ven en Orozco un
hipócrita, un egoistón lleno de camándulas?
 
INFANTE.
 
No; yo no creo eso: le tengo por persona estimabilísima. Pero te
diré... Yo no hago la sociedad. La pícara está formada ya. Si ahora
me dijeran á mí: «Infante, ahí tiene usted el caos. Fabrique usted
la sociedad como cree que debe ser, bien ajustadita á los principios
eternos», cuenta que lo arreglaría á gusto tuyo, á gusto de todos los
sensatos y escrupulosos. Pero como me la encuentro hecha, y vieja ya,
con multitud de repliegues y arrugas; como la moral existe, y es otro
vejestorio entrado en siglos, con sus reservas, sus distingos, sus
ondulaciones, yo no he de ponerme en ridículo haciéndome el apóstol
de la línea recta. Juraría que piensas lo mismo que yo; pero por afán
de originalidad, te las das ahora de Catón inflexible.
 
FEDERICO.
 
Cree de mí lo que quieras. Aquí donde me ves, tan desquiciado, tengo
yo mis preferencias por la línea recta. Me dirás que no la sigo; pero
en estos tiempos, hasta el conocerla sin andar por ella viene á ser
un mérito. Soy bastante testarudo, y poseo pocas ideas morales, pero
firmes y claras. Aborrezco las interpretaciones farisaicas. Bien sé
que no tengo autoridad. Lo que es autoridad, maldita la que hay acá;
por eso te digo lo que los curas dicen: «Haz lo que te predico y no
lo que yo hago...» ¡Pero si hallarás por ahí mil mujeres á quienes
puedes aplicarte!... Busca otra, que las hay con maridos tontos ó
merecedores de que se les burle. Pero á esa déjala..., déjala.
 
INFANTE.
 
¿Crees en conciencia, no en conciencia estrecha, sino en conciencia
amplia, la única que podemos tener...; crees en conciencia amplia,
que es villanía engañar sin escándalo á Orozco?
 
FEDERICO.
 
En conciencia de todos tamaños lo creo. Dejemos la moral alta, y
vengamos á la rastrera. Hasta la moral menuda te lo prohibe.
 
INFANTE.
 
¿Lo crees tú? He dicho sin escándalo.
 
FEDERICO.
 
Con escándalo ó sin él, será una indignidad.
 
INFANTE.
 
En ti se comprendería esto, porque tienes obligaciones de cierta
clase con Orozco. Pero yo no las tengo. Conmigo es un amigo de
tantos. Le debo las atenciones usuales y corrientes en sociedad;
pero nada más. Tú no estás en ese caso. A ti te quiere mucho; tiene
por ti verdadera debilidad. ¿Sabes lo que me dijo ayer? Te lo repito
textualmente: «Es preciso que entre todos hagamos un esfuerzo para
regularizar la vida de ese pobre Federico, arrancándole sus hábitos
viciosos. Es un excelente corazón, y un carácter hidalgo debajo de su
capa de libertino con embozos de bohemio.»
 
FEDERICO.
 
¿Eso dijo? (_Con sequedad y soberbia._) ¡Pero qué empeño de
reformarme! Estos amigos reformadores y redentoristas me fastidian.
¿Por qué no me dejan como soy?
 
INFANTE.
 
Hombre, agradece la intención.
 
FEDERICO.
 
Sí, la agradezco.
 
INFANTE.
 
Por lo demás, ya sabemos que á ti no te baraja nadie.
 
FEDERICO, _con ira disimulada_.
 
Pues no vacilo en decir que si yo estuviese como tú, prendado de
Augusta, y no supiera contenerme en una actitud completamente
platónica, sería un hombre indigno... Si te parece, entraremos en la
chocolatería. Luego daremos otro paseo hasta mi casa.
 
 
Chocolatería.
 
_Toman asiento, y son servidos por un mozo._
 
INFANTE.
 
¿De modo que tu consejo es que desista?
 
FEDERICO, _ensimismado_.
 
Sí; el honor lo pide así.
 
INFANTE.
 
¡El honor! Ahí tienes otra cosa que no se ha definido bien todavía,
y que tiene muchos arrumacos. ¿Y si yo te probara que el honor,
precisamente, me manda no desistir?
 
FEDERICO.
 
Dirías un disparate.
 
INFANTE.
 
Sobre esto hemos de hablar mucho. ¿Quieres que me pase mañana por tu
casa?
 
FEDERICO, _con amargura fría, dando fuerte palmada sobre la mesa_.
 
Calla por Dios; mañana será para mí un día nefasto, con dificultades
de tal magnitud que no veo cómo saldré de ellas. Mi sistema ante
estos tremendos compromisos, consiste en la ausencia de toda
previsión. En el momento crítico discurro lo que debo hacer, y lo
hago. Obro por inspiración, y la inspiración y el cálculo no son
compatibles. En presencia del enemigo que me acosa, siento en mí algo
del genio militar, y me descuelgo súbitamente con una combinación
ingeniosa y salvadora.
 
INFANTE.
 
¡Tremenda vida! ¿Por qué no eres franco con los amigos? ¿Por qué no
aceptas...?
 
FEDERICO, _interrumpiéndole_.
 
Porque me quedaría sin amigos. Déjame á mí. Yo me bandeo solo.
(_Tratando de arrojar de su mente las penosas ideas que le
abruman._) No hablemos de eso. Tengo por sistema no apurarme por
nada. Te digo que no hablemos de eso.
 
INFANTE.
 
¿Y si yo insistiera en hablar y en pedirte que me confiaras tus
afanes, y en ayudarte á vencerlos?...
 
FEDERICO.
 
Te lo agradecería; pero francamente, no quiero perder tu amistad.
 
INFANTE.
 
¡Perderla!
 
FEDERICO.
 
Sí, perderla. Déjame á mí. Los favores de cierta clase se pagan con
el aborrecimiento. ¿Recuerdas aquel verso: _inglés te aborrecí, héroe
te admiro_?... Pues viene que ni de molde. Querido Infantillo, tú
no sabes de la misa la media. Cuando uno tiene la fatalidad de ser
insolvente, si quiere conservar á los amigos, lo primero que debe
hacer es no deberles nada. _Inglés te aborrezco._ Yo no puedo evitar
que se apodere de mí una aversión insana hacia toda persona decente
que viene en mi auxilio... En fin, no quiero tocar este punto. No lo
toques tú tampoco, y déjame. Lo único que te diré es que no vayas
mañana á casa. Estaré fuera casi todo el día.
 
INFANTE, _para sí_.
 
¡Qué hombre este! El orgullo le acabará.
 
FEDERICO.
 
Ahora, vámonos pian pianino á dar otro paseo.
 
 
Calle.
 
_Siguen paseando y charlando. Llegan á la calle de Lope de Vega._
 
INFANTE.
 
¡Qué noche tan serena y deliciosa!... Te acompañaré hasta tu casa.
 
FEDERICO.
 
Esta es la hora de las confidencias, la hora de la amistad. Me
estaría yo charlando contigo, de calle en calle, hasta el día. No
tengo sueño ni ganas de acostarme.   

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