2017년 3월 28일 화요일

realidad 43

realidad 43


FEDERICO.
 
Seguramente, si yo fuera contigo menos reservado en eso que deseas
saber, no me comprenderías. Es difícil que esto lo entienda nadie,
Leonorilla. Las cosas que me andan á mí por dentro, en mi conciencia
y en todo mi espíritu, son de tal calidad que sólo Dios y yo las
entendemos.
 
LEONOR.
 
Y yo también, porque soy _diosa_. ¡Vaya!, así me lo llamó bien
clarito ese poeta, ese Bardal, en los versos que me hizo la otra
noche. Conque, claréate.
 
FEDERICO.
 
Bueno; pues concediéndote yo que hay algo de lo que sospechas,
á ver si entiendes la explicación que voy á darte, sin nombrar
personas. Esos amores no me satisfacen, y más bien son para mí
un motivo de pena. ¿Por qué?, dirás tú. Porque se relacionan con
ciertos estados de mi espíritu, y de tal relación viene á resultar
que son amores incompletos y superficiales. ¿Me explico bien? La
facultad imaginativa lleva la mejor parte, y el corazón se queda
vacío, porque no hay confianza, ni la puede haber entre esa mujer
y yo. La confianza consiste en entregar toda nuestra existencia al
conocimiento de la persona querida, y á esa persona no puedo yo
revelarle ciertas fealdades y humillaciones de mi vida angustiosa.
Me quiere con locura, para mayor desgracia mía, y yo no puedo
corresponderle. Hay momentos en que hasta se me figura que la
aborrezco, porque nuestra alma tiende á odiar á las personas ante
quienes no podemos descubrirnos sin que el amor propio se lastime. Ya
ves que te confío mis secretos más delicados; te lo confío todo menos
el nombre.
 
LEONOR, _para sí, con malicia_.
 
¡Como si yo no lo supiera, mico! (_Alto, amenazándole con la mano._)
Te voy á matar.
 
FEDERICO.
 
Ese amor no me satisface, porque mi corazón no se ha entregado á
él, porque para completarlo me sería preciso añadirle la confianza,
este compañerismo que contigo tengo, tan dulce, tan práctico. No, no
te envanezcas: el sentimiento inexplicable que nos une á ti y á mí
tampoco es completo. Le falta algo: la imaginación, que está allá.
 
LEONOR, _satisfecha_.
 
El corazón por mi cuenta, ¿verdad?
 
FEDERICO.
 
Gran parte de él, créelo. No puedo completarme aquí ni completarme
allá. La mitad de mi ser en cada lado. ¿Lo entiendes? (_Leonor,
meditabunda, hace signos afirmativos con la cabeza._) Si estas dos
mitades se pudieran juntar y fundir, ¡qué bueno sería! ¡Si yo pudiera
llevarme allá la confianza con sus envilecimientos y todo...! ¡Si yo
pudiera traerme aquí el recreo de la imaginación y de los sentidos...!
 
LEONOR, _reflexionando_.
 
De todo esto, lo que saco en consecuencia es que somos los nacidos
una cosa muy rara. Hombres y mujeres somos guitarras, que no
sabemos cómo se templan ni cómo no... De lo que resulta que esto
de las pasiones es un fandango pastelero. (_Coge las cartas y
empieza á barajarlas._) Ahora voy á adivinarte los pensamientos.
(_Sonriendo._) Estoy inspirada. Ojo á la diosa. Se me ha puesto entre
ceja y ceja que el santísimo naipe me va á decir el nombre de tu
adorado tormento.
 
FEDERICO.
 
¿A que no?
 
LEONOR.
 
Y me dirá también si saldrás con suerte del _corto camino_ en que te
has metido.
 
FEDERICO, _con cierto interés_.
 
Veremos. Tan trastornado estoy, que hasta me voy volviendo
supersticioso.
 
LEONOR, _poniendo los naipes sobre el sofá, en grupos, y haciendo
sobre ellos, con mucha gracia, signos estrambóticos_.
 
¡Ah!, mira: en las tres vueltas sale siempre encima _la mujer de buen
color_. ¡Ay, Dios mío, lo que veo aquí! ¿Sabes lo que quiere decir
el seis de copas? Pues significa _Santo Domingo_..., y en seguida el
siete del mismo palo. ¡Jesús, madrecita mía de las Angustias!... Y en
seguida el ocho, que declara camino cansado, como si dijéramos, una
cuesta. (_Con solemnidad._) La mujer por quien penas, camaraíta, vive
en la cuesta de Santo Domingo, número 7, y es casada.
 
FEDERICO, _tirando las cartas con displicencia_.
 
Ea, deja esas tonterías... (_Levántase inquietísimo._) ¿Quién te lo
ha dicho?
 
LEONOR, _con naturalidad_.
 
¡Pero hijo mío, si lo saben hasta los perros!
 
FEDERICO.
 
No, no. Si lo sabe alguien, será de poco tiempo acá. Verdad que estas
noticias cunden con rapidez eléctrica.
 
LEONOR, _muy cariñosa_.
 
No te enfurruñes; no hay motivo para ponerse así. Esas cosas se saben
siempre, miquito. Siéntate á mi lado, y te contaré algo que debes
saber. Anoche hablaron aquí largamente de la de Orozco y de ti.
 
FEDERICO.
 
¿Quién?
 
LEONOR.
 
Amigos tuyos. (_Mirándose las uñas._) Ya sabes que en eso de hablar
no hay amigo para amigo. Se sueltan mil borricadas, sin intención de
ofender. ¿Te lo cuento? ¿Me prometes no enfadarte? Es de clavo pasado
que, tratándose de señora rica y de amante pobre, lo primero que se
diga es que ella le paga á él las trampas.
 
FEDERICO.
 
No, no dirían tal atrocidad. (_Paseándose agitado._) ¿Qué amigo mío
es capaz de suponer...? Como no sea Malibrán...
 
LEONOR.
 
El mismo...
 
FEDERICO.
 
¿Y tú te callaste...?
 
LEONOR.
 
Buena soy yo para callarme, tratándose de tu honor, que es lo mismito
que el mío...
 
FEDERICO, _deteniéndose ante ella_.
 
Tu honor lo mismo que el mío..., es decir, el mío como el tuyo...
 
LEONOR.
 
He dicho una sandez. No hagas caso... Ahora caigo... (_suspirando_)
en que yo no tengo honor. Quise decir... Pero tú ya me entiendes.
 
FEDERICO.
 
Sí, comprendido.
 
LEONOR.
 
Pues te defendí diciendo que tú no eras capaz de tomar dinero de
ninguna mujer... (_Bajando la voz._) Que nosotros tengamos acá
nuestros cambalaches, es cosa que nadie sabe, que á nadie le importa,
y que entre nosotros se queda. Claro, de ti para mí, lo ganamos como
podemos, y nos ayudamos. No es deshonra, digan lo que quieran...
¡Pero arrimarte tú á una casada rica para que te mantenga...!, eso no
lo puede decir quien te conozca.
 
FEDERICO.
 
Sin embargo, los que mejor me conocen lo dirán. ¡Le parece á uno
fácil exceptuarse de la lógica vulgar de la vida, y es tan difícil,
pero tan difícil...! (_Con abatimiento, sentándose._) Leonorilla,
estoy dejado de la mano de Dios.
 
LEONOR.
 
No hagas caso de esas tonterías...
 
FEDERICO.
 
Que no pararon seguramente en lo que me has contado. Malibrán debió
de decir algo más.
 
LEONOR.
 
Sí; pero te advierto que se le fué un poco la mano en la bebida, y
no hay que tomar al pie de la letra lo que habló. ¿Te lo cuento? Sí,
más vale que lo sepas, para que estés prevenido. Pues dijo que se
había propuesto averiguar dónde os veis tú y esa señora; que estuvo
muchos días trabajándolo como un polizonte, y que por fin... os ha descubierto el nido.

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