realidad 36
OROZCO.
Si no te callas y me oyes, no nos entenderemos.
AUGUSTA, _disparada_.
Imposible que nos entendamos, si no te curas de esa manía de la
bondad y de la indulgencia... Consulta el caso con papá, con Manolo
Infante, con todos nuestros amigos, y verás como todos me dan la
razón; verás como te aconsejan no reconocer la validez de ese
papelote que te ha presentado el monstruo. Esas deudas fiambres,
obscuras y antediluvianas no se reconocen nunca, Tomás. Sólo los
inocentes, los dejados de la mano de Dios, incurren en la tontería de
hacer de ellas un caso de conciencia. (_Con sarcástico acento._) En
una palabra, que quieren darte un timo, y tú, como esos que creen en
la paparrucha del dinero enterrado, aceptas el negocio.
OROZCO.
Estás graciosa, vida mía, y te oigo con muchísimo placer. Pero todo
te lo dices tú, y así no hay discusión posible.
AUGUSTA.
Pues habla..., explícate.
OROZCO.
Ante todo, no apoyes tu idea con el argumento de que debo hacer tal
cosa porque la hacen los demás. Hija de mi alma, sería insoportable
este plantón de la vida terrestre, si no se permitiera uno, de vez en
cuando, la humorada de hacer algo diferente de las acciones comunes y
vulgares. El papel de comparsa no me ha gustado nunca. Tampoco debes
ponerme delante de los ojos, como un emblema de sabiduría, la opinión
de tu padre, de Manolo Infante y de otros amigos. Sin ser vanidoso,
me precio de entender estas cosas mejor que ellos.
AUGUSTA.
Pues si esas opiniones no valen, valga la mía, y la mía es que no
pagues á ese pillo.
OROZCO, _sereno y sonriente_.
Pero si yo no te he dicho que pagaré á ese pillo, ni á ningún pillo.
AUGUSTA.
Has dicho que la deuda es sagrada...
OROZCO.
Y lo repito. Y añado que esa obligación pendiente pesa sobre mi
conciencia, y que no estaré tranquilo hasta que de ella no me
descargue.
AUGUSTA.
¡La conciencia! Grandes y bellas cosas ha hecho la humanidad en su
nombre; pero también, también hay que poner tonterías muy gordas en
el haber de los espíritus menguados, de esos que adoran la letra
de la ley... Explícate. ¿Quieres decir que alivias tu conciencia
pagando?...
OROZCO.
Pagando, sí; pero no he dicho que á Viera.
AUGUSTA.
Eso sí que no lo entiendo. ¿Es ó no Viera poseedor legítimo de la
obligación?
OROZCO.
Lo es. Antes que él entrase á verme ya sabía yo á qué venía, porque
hoy recibí carta de Horacio Miller, en la cual me dice que Viera
compró esta obligación por un quince por ciento de su valor nominal.
Lo supo por confidencia del propio Benjamín.
AUGUSTA.
¡Ah!... ¿Y piensas, para evitar disgustos, recogerla de manos
de Viera por el mismo quince por ciento y un poquito más, como
comisión? Falta que él quiera; pero en estos términos, sólo en estos
términos admito la idea de pagar. ¿Es esto lo que piensas tú?...
Dímelo pronto.
OROZCO.
No es eso. Pienso pagar íntegramente el valor nominal.
AUGUSTA.
¡Íntegramente! (_Consternada._) ¡Ay!, hijo de mi vida, yo voy á
buscar un médico. Tú estás malo de la cabeza... Por Dios, no hagas
tal disparate. (_Con ternura._) Ya ves, nunca hemos reñido. Todos
tus actos han sido aprobados y aplaudidos por mí. Verdad que siempre
fueron buenos; pero aunque no lo hubiesen sido, el cariño que te
tengo me los habría hecho ver como la misma perfección. Este acto
de ahora resulta de tal modo contrario á lo que yo entiendo por
bondad, que me veo en el caso de reprobártelo con todas mis fuerzas.
Y muy á pesar mío, sintiendo mucho disgustarte, me enfadaré contigo,
disputaré, chillaré, no te dejaré vivir; y ya no habrá en nuestra
vida común la paz de que hemos gozado durante ocho años; y todo será
discordia, rozamientos, tú por un lado, yo por otro, siempre de
puntas...
OROZCO.
¡Quién sabe! Puede que no.
AUGUSTA.
Me haré insoportable. Tendrás en mí un censor agrio, displicente,
quisquilloso... En fin, Tomás, que me tendrás que preferir á tu
conciencia, con tal de no ver tu casa convertida en una jaula de
leones.
OROZCO, _sonriendo_.
Sentiré mucho que te me insubordines; pero si lo haces, lo llevaré
con paciencia. He meditado bien la solución de este asunto, y puedes
tener la seguridad de que será un hecho.
AUGUSTA.
¿Contra mi voluntad?
OROZCO, _cariñosamente_.
De acuerdo con ella, porque he de convencerte, y en vez de tener
en ti una censora impertinente, tendré un apoyo decidido. Ven acá.
Siéntate aquí. (_Se sientan ambos._) ¿Hay mayor gloria, hay dicha
mayor que poder realizar un acto, en el cual resplandezca ese ideal
de justicia que rara vez se nos ofrece en el mundo en condiciones
fácilmente practicables? Hablo con una persona que sabe elevarse
sobre las ideas y las pasiones del vulgo, y me parece que seré
comprendido. Si no, peor para ti.
AUGUSTA.
Hasta ahora, no entiendo ni pizca.
OROZCO.
Esta aparición del cometa Viera es un hecho feliz, dispuesto para la
rectificación de uno de esos errores ó anomalías de la existencia
humana que nos hacen dudar de la Providencia. Vemos cosas en el
mundo, que parecen organizadas por el mal y para el mal; injusticias
que por su enormidad repugnan á la razón y al sentimiento; los
perversos imponiéndose á los honrados, y obligándoles á dejar de
serlo; los de condición benigna incapacitados de obrar bien, por las
influencias que les rodean. No desconocerás el poder y la importancia
de los bienes materiales en el orden de la vida. Las materialidades
mal repartidas, como por desgracia lo están, trastornan y aniquilan
el bien espiritual; y así, cuando se consigue rectificar, siquiera
sea mínimamente, esta calamitosa distribución del bienestar positivo,
se presta á la humanidad un servicio inmenso.
AUGUSTA, _para sí_.
No estoy segura de comprender adonde va á parar con esto. ¿Tiene
algún sentido lo que dice, ó es una sinrazón, una efervescencia del
talento descompuesto? (_Alto._) Querido, lo que dices significa, si
no soy tonta, que en el mundo hay muchos que carecen de lo que á
otros les sobra. Eso ya lo sabíamos, y es cosa resuelta que no está
en manos humanas el remediar ciertas desigualdades.
OROZCO.
A veces falla esa regla pesimista, y es lástima no intentar el
remedio cuando de ello hay ocasión. Examinemos el caso este
concretamente y con la pura lógica. Después vendrá su aplicación
á la práctica. Fíjate bien: la suma que representa la obligación
de Benjamín Proctor es una cantidad negativa en nuestra riqueza,
un _menos tanto_. Esa cantidad debió ser abonada íntegra por mí, y
no lo ha sido. Luego la retengo indebidamente en mi poder, no me
pertenece... Esto es claro como el agua.
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