2017년 3월 28일 화요일

realidad 44

realidad 44


FEDERICO.
 
Bonita ocupación la de ese tonto... ¿Y dónde, dónde...? A ver...,
¿dónde dijo que...?
 
LEONOR.
 
Se lo calló muy bien callado, por más que le mareamos para que nos lo
dijera.
 
FEDERICO.
 
Es que no lo sabe...
 
LEONOR.
 
¡Ay!, no te hagas ilusiones. Lo sabe. Se le conoce en la manera de
decirlo.
 
FEDERICO.
 
Pues que lo sepa. Mejor. Estas cosas se saben siempre.
 
LEONOR.
 
Mira, niño, ándate con tiento, porque es fácil que te veas envuelto
en una cuestión muy mala. Yo estoy inquieta y temo que haya lance.
 
FEDERICO.
 
¿Con ese zángano perverso de Malibrán? Puede.
 
LEONOR.
 
Me parece que la bronca del siglo va á ser con Orozco. Dijo Malibrán
que el buen señor tiene los ojos cerrados y que él se los va á abrir.
 
FEDERICO.
 
Pues que se los abra... Mejor...
 
LEONOR.
 
No; no digas tal. El que no quiere ver, que no vea.
 
FEDERICO, _exaltado_.
 
¿Pues qué piensas tú? Si siento vivos deseos de abrírselos yo mismo...
 
LEONOR.
 
¿Qué dices?... Chico, tú no tienes la cabeza buena. ¿Tú? ¿De manera
que tú mismo acusarás á la que te quiere tanto?
 
FEDERICO.
 
Tienes razón... Tú conservas el sentido claro de las cosas, y yo
lo he perdido completamente. Siento y pienso y digo los mayores
despropósitos... Leonorilla, estoy desquiciado por dentro. Me
desplomo; verás cómo me hundo.
 
LEONOR, _humorísticamente_.
 
Pues avisa, mico, para que no me cojas debajo...
 
FEDERICO, _con ternura_.
 
Tú eres la única persona que veo con gusto á mi lado en esta ruina
de mi espíritu. Cuantas personas trato más ó menos íntimamente se me
revisten de antipatía en esta desgana que me aniquila; todas, incluso
ella, y lo digo porque es verdad, sintiéndolo mucho, pues no se lo
merece la infeliz. Entre tantas caras que me ponen mal ceño, sólo la
tuya resplandece. ¿Verdad que es raro? Pero siempre ha de haber algo
que no se entiende, y lo que no entendemos, adviértelo, es lo que más
consuela. Las cosas muy resabidas y muy estudiadas hastían el alma.
Las que se nos presentan en términos vagos, confundiendo nuestra
razón, son las que nos confortan y nos alientan.
 
LEONOR, _fingiendo comprender_.
 
Es verdad, verdad. Yo me intereso por ti, y por ayudarte y sacarte de
un apuro soy capaz de comprometerme. Pídeme lo que quieras. Mándame
que haga trampas en el juego, y las haré.
 
FEDERICO.
 
No, eso no. ¡Quita allá!
 
LEONOR.
 
Pues las he hecho, para que lo sepas. Tu tranquilidad vale más que un
poco de moral de timba, tratándose de estos bobalicones que vienen
aquí á divertirse conmigo. En un día de gran ahogo, y antes que verte
padecer por cochinos mil reales, le doy yo el pego al lucero del alba.
 
FEDERICO, _enojado_.
 
Cállate. Me lastimas profundamente.
 
LEONOR.
 
Déjate proteger, mico. ¿No me das tú parte de lo que ganas?
 
FEDERICO.
 
Sí; pero yo no hago trampas.
 
LEONOR.
 
Cada uno es cada uno. Yo no soy tú, yo soy pública, aunque para ti
sea muy particular.
 
FEDERICO, _echándose á reir_.
 
Chica, comoquiera que seas, me envanezco de tu amistad. Es lo
único que me queda en este mundo. (_La abraza._) ¡Lástima que no
puedas salvarme! Yo no tengo remedio ya. (_Con profunda tristeza,
levantándose._) Soy hombre al agua.
 
LEONOR.
 
Pero ven acá. ¿Tan mal andas? ¿Temes no poder seguir viviendo como
vives? ¿No podríamos arreglar que tuvieras un tanto fijo?...
 
FEDERICO, _sombrío_.
 
No hay posibilidad de que cambie mi manera de vivir.
 
LEONOR, _con agudeza_.
 
Se me ocurre una idea. ¿Te la digo? Pero no has de enfadarte. Pues...
allá voy... Me parece una atrocidad que pases tantas amarguras
teniendo esa amiga tan ricachona.
 
FEDERICO, _espantado_.
 
¡Leonor! ¡También tú!...
 
LEONOR.
 
No, monín; si yo no digo que tú le pidas... Digo que de ella debiera
salir el ofrecerte una cantidad gorda, para que de una vez...
 
FEDERICO, _irritado_.
 
Quita, quita. Déjame en paz.
 
LEONOR.
 
Anda..., tonto... Fuera escrúpulos y bobadas... (_Remedándole._) ¡El
honor..., la _diznidaz_!... ¿Qué importa que...? Vamos, que buenos
miles podría darte; y algo me había de tocar á mí.
 
FEDERICO, _excitadisimo_.
 
Me voy, me voy por no oirte.
 
LEONOR, _alarmada_.
 
Chico, no te pongas así. Tú tienes alguna mala idea y no quieres
decírmela.
 
FEDERICO, _tomando su sombrero_.
 
Me voy. Déjame.
 
LEONOR.
 
No me gusta verte salir de estampía.
 
FEDERICO.
 
Se me había olvidado que he prometido visitar hoy á mi hermana,
visita que no significa reconciliación ni mucho menos. (_Con enojo._)
¿Pues no pretenden también que yo dé el nombre de hermano á ese...?
¡Estúpida exigencia!
 
LEONOR.
 
Vamos, perdona á tu hermanilla. Te estás atormentando... ¡Qué manías
tienes tan tontas!... ¡Pobre niña! Haz las paces... y á vivir.
 
FEDERICO.
 
¡Tú también!... Vuelvo. (_Retírase muy agitado._)
 
LEONOR, _alarmada, viéndole salir y sin atreverse á seguirle_.
 
¡Pobre mico, no me gusta su cariz!... Su cabeza está llena de
nubarrones. Diera yo algo por poder despejársela.
 
 
ESCENA VIII
 
Sala en casa de la viuda de Calvo.
 
LA VIUDA DE CALVO, _señora de edad avanzadísima, pero bien
conservada, vestida de negro, con espejuelos, gorro á la francesa.
Sale por la derecha apoyándose en un bastón;_ CLOTILDE, _que está
junto al balcón de la izquierda mirando á la calle_.
 
VIUDA DE CALVO.
 
¿Qué haces ahí?
 
CLOTILDE.
 
¿No ha concluído Santana de conferenciar con ese señor?
 
VIUDA DE CALVO.
 
Aún tienen para un ratito. ¿Qué miras? ¿A quién esperas?

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