2017년 3월 26일 일요일

Realidad 2

Realidad 2


AGUADO.
 
Yo sostengo que ni esto es país, ni esto es patria, ni esto es
gobierno, ni aquí hay vergüenza ya. Pues digo: lo mismo que ese otro
gatuperio, el crimencito de la calle del Baño; la curia vendida, y un
personaje gordo metido de patitas en ese fregado indecente.
 
CÍCERO.
 
Poco á poco. ¿Hemos de admitir todos los chismes que corren por ahí?
Señor de Aguado, no nos confundamos con el vulgo; respetemos las
reputaciones.
 
AGUADO.
 
Que empiecen ellas por hacerse respetables. Señor Marqués, usted es
un ángel, y no ha tenido, como yo, la desgracia de ver de cerca la
podredumbre política y administrativa. Por supuesto, lo de ahora es
ya el acabóse. Al paso que vamos, llegará día en que, cuando pase un
hombre honrado por la calle, se alquilen balcones para verle. ¿Es
esto cierto, ó no? Hay momentos en que hasta llego á dudar si seré yo
persona decente, y sospecho si estaré también contaminado...
 
VILLALONGA.
 
Y por fin, ¿cuándo vuelve usted á Cuba?
 
CISNEROS, _que entra despacio, sonriendo, las manos á la espalda_.
 
¿Que cuándo vuelve á Cuba? Toma, cuando le manden. Él está ya con la
espuerta al hombro.
 
AGUADO.
 
Don Carlos, ¿ya viene usted con la suya llena de chinitas? Bien saben
todos que no quiero ir, á menos que no me den las facultades que...
 
CISNEROS.
 
Eso es lo que usted quiere, facultades..., facultades..., venga de
ahí. Por mí que se las den.
 
AGUADO.
 
Facultades, ó poderes para limpiar de orugas aquella administración.
 
VILLALONGA.
 
Somos ahora muy Catones, ¿verdad?
 
AGUADO.
 
Díganoslo usted al revés: _Tacones_. Un Tacón es lo que hace falta
allí.
 
CISNEROS.
 
Y como Tacón quiere usted que le manden. ¡Pobre isla! Todos dicen
que van de Tacón, y de lo que van es de zapatilla. Perdone usted,
Aguadito de mi alma, y ya sabe que no le quiero mal; pero siempre que
oigo tronar muy recio contra la inmoralidad, instintivamente me llevo
la mano al bolsillo. Yo no censuro á nadie; es más, deseo que usted
vuelva allá, para que esté contento y se le siente la bilis. Vamos,
que si el hombre se viera otra vez en aquella bendita Aduana, ¡ay qué
gusto, morena!; pues en aquella Aduana de Dios, con las manos bien
arremangadas, pues...
 
AGUADO.
 
A este D. Carlos hay que dejarle.
 
CISNEROS.
 
¿Pero esta gente no va á concluir de comer en toda la noche? Hasta
luego, señores.
 
_Se interna en la casa por la sala de la derecha._
 
VILLALONGA.
 
Es la peor lengua de España, y la intención más aviesa del mundo.
 
CÍCERO.
 
Pesimista incorregible; pero en el fondo buena persona.
 
AGUADO.
 
Como que todo eso es jarabe de pico.
 
VILLALONGA.
 
La postura pesimista es muy socorrida y de muy buen aire cuando
se tienen cuarenta mil duros de renta para matar el gusanillo.
Sosteniendo que todo es malo, y no casándose con nadie, no se
compromete uno, y vive en la comodidad de su egoísmo, contemplando
las fatigas de los que luchan por la existencia. Los pesimistas
sistemáticos, como los optimistas furibundos, son por lo común
personas que tienen amasado el pan de la vida, y adoptan esas
actitudes para que no les molesten los que están con las manos en la
masa. Y si no que lo diga Monte Cármenes, que aquí viene.
 
EL CONDE DE MONTE CÁRMENES, _que entra risueño_, _alargando las
manos_.
 
Aquí está ya todo lo bueno. ¿Qué hay?, ¿qué pasa?, ¿qué me cuentan
ustedes?
 
CÍCERO.
 
Pues apenas hay tela. Escándalos, inmoralidad en Ultramar y en
la Península, pero mucha, muchísima inmoralidad; nuevos datos
horripilantes del crimen de la calle del Baño, y por último, crisis.
¿Le parece poco? Como no pida usted el diluvio universal.
 
MONTE CÁRMENES, _con expresión de dicha_.
 
Suceda lo que suceda, todo va bien, pero muy bien.
 
AGUADO.
 
Es una delicia la falsificación de billetes.
 
MONTE CÁRMENES.
 
Yo sostengo que lo que llamamos falsificación es una idea relativa.
 
VILLALONGA.
 
Y los falsificadores unos honrados... relativos.
 
CÍCERO, _con alarma cómica_.
 
¡Que hay crisis, Conde!
 
MONTE CÁRMENES.
 
Mejor. Conviene que todos coman.
 
AGUADO.
 
¿Ha oído usted que en el _infundio_ del crimen están metidos dos
ministros?
 
MONTE CÁRMENES.
 
Ya saldrán. ¡Cuando digo que todo va como una seda!... Nada, no hay
quien me rinda. Yo soy un hombre que, al levantarse por la mañana,
hace el firme propósito de encontrarlo todo muy bien, perfectamente
bien.
 
VILLALONGA.
 
También yo lo haría si tuviera esa bicoca de renta que usted tiene.
Pondría en el oratorio de mi casa la imagen de Pangloss, y le rezaría
al acostarme y al levantarme. Querido Conde, usted y Cisneros son
los seres más felices que conozco. Prescinden de la realidad, y ven
el mundo conforme á su deseo. ¡Ay!, los que tienen que ganarse la
condenada rosca, los que corren afanados tras una posición ó un honor
equivalente á tantas ó cuantas raciones para la familia, no pueden
menos de mirarle la cara á la realidad, y ver si la trae fea ó bonita
para ajustar á ella sus acciones.
 
_Entran en el salón el Exministro, el señor de Pez (de levita), el
señor de Trujillo (de frac), anciano y valetudinario, apoyado en el
brazo de su hijo, el cual viste uniforme de Artillería._
 
 
ESCENA II
 
_Los mismos. Aparece_ AUGUSTA _en la sala de la derecha, dando el
brazo á_ MALIBRÁN.
 
MALIBRÁN.
 
Aunque usted me riña, aunque me mande apalear y me arroje de su casa,
persistiré... Soy la terquedad personificada, y me crezco al castigo.
Y bien podrá suceder que la desesperación me lleve al suicidio, á la
locura... ¡Qué responsabilidad para usted!
 
AUGUSTA, _riendo_.
 
¡Para mí! ¡Ay, qué gracioso! ¿Yo qué culpa tengo de que usted se haya
vuelto tonto?... ¿Pero de veras se va usted á matar?
 
MALIBRÁN.
 
No bromee usted con una pasión verdadera.
 
AUGUSTA.
 
Pero diga usted: ¿es volcánica ó no es volcánica? Vamos, nunca creí
que á persona de tan buen gusto se le ocurriera que por lo trágica me
había de impresionar. Me fastidian las tragedias.
 
MALIBRÁN.
 
¿Cuáles? ¿Las representadas?
 
AUGUSTA.
 
Y las reales. Eso de matarse, sea por amor, sea por otra causa, me
parece sumamente cursi... Además, me le figuro á usted refractario
á la extravagancia, aun á esa, por ser todo corrección, formas
exquisitas y arte de la vida. ¡Pasiones usted, pasiones hondas! No
lo creeré aunque me lo diga ante notario... ¡Ah!, qué hipócritas
nos hizo Dios, amigo Malibrán... Con esa mónita ha hecho usted su
carrera, y ha engañado á mucha gente; pero lo que es á mí...
 
MALIBRÁN.
 
¡Ay, Dios mío! Casi me agrada que usted me injurie. A falta de
otro sentimiento, venga esa bendita enemistad. La prefiero á la
indiferencia.
   

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