2017년 3월 26일 일요일

Realidad 7

Realidad 7


FEDERICO.
 
No, no crea usted que voy á condenar sus ideas. Convengo en que
la realidad es fecunda y original, en que la verdad artificiosa
que resulta de las conveniencias políticas y sociales nos engaña.
Pero no nos lancemos por sistema á lo novelesco, ni por huir de
un amaneramiento caigamos en otro, amiga mía. Usted tiene viva
imaginación, y lo dramático y extraordinario la seduce, la fascina.
La vida, por desgracia, ofrece bastantes peripecias, lances y
sorpresas terribles, y es tontería echarnos á buscar el interés
febricitante, cuando quizás lo tenemos latente á nuestro lado,
aguardando una ocasión cualquiera para saltarnos á la cara.
 
AUGUSTA.
 
En eso estamos conformes. Pero yo no busco el interés febricitante.
Es que, sin darme cuenta de ello, todo lo vulgar me parece falso: tan
alta idea tengo de la realidad... como artista; ni más ni menos.
 
VILLALONGA, _aplaudiendo_.
 
Admirable paradoja. ¡Qué maravilloso talento!
 
_Todos aplauden._
 
AUGUSTA, _soltando la risa_.
 
Gracias, amado pueblo.
 
FEDERICO.
 
Tiene usted toda la sal de Dios.
 
AUGUSTA, _para sí_.
 
¡Qué zalamerito viene esta noche! ¡Ah!, grandísimo pillo, tú me la
pagarás. No sabes tú la culebra que tengo enroscada aquí. Deja que yo
te coja...
 
TERESA.
 
No entiendo de estas zarandajas. Yo sigo siempre el criterio del
pueblo. ¿Es esto lo que llaman ustedes vulgo? Pues sea: no me negarán
que el pueblo tiene un instinto...
 
VILLALONGA.
 
Sí; pero es profundamente sugestivo y fascinable. Los milagros ¿qué
son más que fenómenos de hipnotismo? Todas las religiones, incluso la
cristiana, se fundan en eso.
 
TERESA, _amoscándose_.
 
¡Eh!, cuidado: no me toquen á la religión. De las falsas hablen
ustedes lo que gusten; pero de la verdadera...
 
INFANTE.
 
Y usted, ¿cómo siendo tan absolutista...?
 
TERESA, _irritada_.
 
Sí, señor, muy absolutista, muy católica, apostólica, romana, y al
mismo tiempo muy popular, muy populachera. ¿Qué, no lo entiende
usted, angelito?
 
MONTE CÁRMENES, _asomándose á la puerta_.
 
¿No ha concluído todavía el crimen?
 
AUGUSTA.
 
Sí, sí; basta ya. Tilín, tilín; se suspende esta discusión. Orden del
día...
 
_Entra Monte Cármenes. La conversación se generaliza y se deslíe,
subdividiéndose._
 
 
ESCENA VI
 
OROZCO, CALDERÓN _y_ AGUADO _aparecen en la sala de la derecha. En
una de las mesas de ésta, continúan jugando al tresillo_ CISNEROS,
MALIBRÁN _y_ PEZ. _En otra juegan el_ EXMINISTRO _y los_ TRUJILLOS,
_padre é hijo_.
 
OROZCO, _á Aguado_.
 
No es exacto, repito, y buen tonto sería yo si tal hiciese.
 
AGUADO.
 
Pues á mí me han dicho que, á no ser por usted, el _Correccional de
jóvenes delincuentes_ no se habría construído nunca.
 
OROZCO.
 
Habladurías. He contribuído á esta obra benéfica en la misma medida
que los demás iniciadores, y desempeño el cargo de tesorero de la
Junta.
 
AGUADO.
 
Ahí es donde cae usted, amigo mío. ¡Si todo se sabe! La Junta no
recauda lo bastante para continuar con método las obras. Llega un
sábado y faltan fondos para pagar los jornales de la semana. Pero no
hay que apurarse: el buen Orozco tira del talonario, y...
 
OROZCO, _risueño y calmoso_.
 
Pues estaría yo lucido. No, esas generosidades caen ya dentro del
fuero de la tontería, y francamente, yo aspiro á que se tenga mejor
idea de mí. El atribuirle á uno méritos que no posee, y que, por lo
disparatados, no deben lisonjear á nadie, constituye una especie
de calumnia, sí, señor, una calumnia de benevolencia, que si no se
cuenta entre los pecados, no debe contarse tampoco entre las virtudes.
 
AGUADO.
 
¿De modo que, según ese criterio, yo soy un calumniador... al revés?
Pues me corregiré, pierda usted cuidado; diré que es usted un pillo,
un hombre sin conciencia; diré más: diré que el tesorerito este se
da sus mañas para distraer cantidades del fondo del _Correccional_ y
aplicarlas á sus vicios.
 
OROZCO.
 
Basta; no tanto. (_Con jovialidad._) Pues mire usted: si se dijera
eso, alguien lo creería más fácilmente que lo otro, siendo ambas
cosas falsas.
 
AGUADO.
 
No crea usted que la opinión pública se deja extraviar tan fácilmente
por los difamadores. Ya ve usted las atrocidades que han dicho de mí.
Que si me traje media isla de Cuba en los bolsillos; que si vendía
los blancos como antes se vendían los morenos; mil tonterías. Pues
si al principio se formó contra mí una atmósfera tan densa que se
podía mascar, no tardé en disiparla con mi desprecio, y al fin la
opinión me hizo justicia.
 
CALDERÓN.
 
¿Qué duda tiene? (_Con ironía._) La reputación de usted es como el
sol, que disipa las nieblas, y resplandeciendo en el cénit de la
fama...
 
OROZCO.
 
No te metas á hacer figuras, Pepe, que armas unos líos... Por
supuesto, yo desconfío siempre de la voz pública, así cuando vitupera
como cuando alaba, y creo que rarísima vez acierta.
 
AGUADO.
 
Pues aguantar el chubasco, señor mío. De usted se dicen horrores: que
costea solo ó casi solo las obras del _Correccional_ para chicos; que
le comen un codo las Hermanitas de la _Paciencia_; que viste todo el
Hospicio dos veces al año, y qué sé yo...
 
OROZCO.
 
Más vale que les dé por ahí. Yo también pienso echarme á panegirista
de los amigos; diré que el señor de Aguado fundará un asilo para
cesantes de Ultramar.
 
AGUADO.
 
¿Yo? Que los parta un rayo. Eso sí que no lo creerá bicho viviente.
Para que me _asilen_ estoy yo, no para _asilar_ á nadie. Desnudo fuí
y desnudo vine.
 
CISNEROS, _terminando una jugada_.
 
Ea..., entregarse... No puede usted conmigo.
 
MALIBRÁN, _paga, disimulando cortésmente su mal humor_.
 
Ahí va..., D. Carlos, he tenido el honor de que me gane usted seis
duros.
 
CISNEROS.
 
El honor de jugar conmigo se paga caro.
 
MALIBRÁN.
 
Pero con gusto. (_Aparte._) Maldita sea tu estampa, pícaro viejo.
(_Alto._) D. Carlos, dispénseme y deme de alta: tengo que marcharme.
Calderón me sustituirá en el papel de víctima. (_Se levanta; Calderón
ocupa su sitio._)
 
CALDERÓN.
 
No, lo que es á mí no me trastea D. Carlos. Prepárese usted, que le
voy á abrasar vivo.
 
CISNEROS, _barajando_.
 
Este Calderón es de cuidado; pero no puede conmigo. ¿Tienes dinero?
Si no lo tienes, dile al benéfico Orozco que te llene los bolsillos,
porque ahora la entregas. (_Juegan._)
 
MALIBRÁN, _á Orozco_.
 
¡Ah, qué cabeza...! ¿Pues no me iba sin decirle á usted lo que más
presente tenía?... Aquel muchacho que usted me recomendó... ¿No se
acuerda? Ya le hemos metido en un viceconsulado de Asia.   

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